03 marzo 2012

Las Custodias del Santísimo


Por Julio Urízar

Personajes:
Tita: ministra de la pastoral “Custodias del Santísimo Sacramento”    
Doña Cata: ministra extraordinaria. Presidenta.
Norita: ministra. Tesorera.  
Mairita: nueva integrante de la agrupación, en formación para ministra, la más joven de todas.
Carmencita: integrante de la pastoral. Cocinera.
Zoilita: integrante de la pastoral. Encargada del grupo de los ancianos.
Minguita: integrante. Catequista.
Toribio: sacristán.
Padre Luis: párroco.
Pedro: seminarista.
Feligreses (hombres y mujeres).


1er Acto

Afuera de la iglesia. Mesas con ollas y canastos vacíos. Los últimos compradores se van. Los despiden con mucha alegría. Doña Cata se acerca con la caja de zapatos y se pone en el medio.

Doña Cata: La misión ha sido un éxito, señoras. Se acabó todo, ¿verdad?
Tita: a mí me quedaron un par de rodajas de magdalena. Se las voy a regalar al padre. Pero sí, creo que lo logramos.
Norita: aquí quedó un poco de café.
Doña Cata: Ah, tomémonoslo de una vez. Se me secó el buche de tanto gritar. (Se sirven café y beben despacito)
Carmencita: mis rellenitos fueron los que mejor se vendieron.
Zoilita: pues yo vi que se fueron más rápido las tostadas de la Mairita. Tan sabrosas que se veían.
Minguita: eso porque el sacristán se la estuvo robando.
Zoilita: no sea habladora, chula. Le regalamos unas cuantas, sí, el pobre que se mantiene aquí todo el día y es tan entregado.
Minguita: entonces van a tener que reponerlas ustedes, si no, no nos salen las cuentas.
Zoilita: esta tan tacaña que nos salió. Este su café, Norita, parece agua de calcetín. Vaya que se vendió.
Norita: es que ya casi ni tenía, usted. Pero lo endulcé bastante. Pues sí…
Mairita: Pues que no. Doña Dominga tiene razón. No tengan pena, yo pongo lo que le regalamos a Toribio, recordemos que lo hacemos por el padre Luis. Y por si preguntan, también le regalé unas sus dobladas al seminarista.
Carmencita: ¿El joven Pedro?
Mairita: Si… él. Ya ve que es tan bueno con nosotras.
Minguita: con usted, sobre todo.
Mairita: No se preocupen que yo repongo lo que haga falta.
Minguita: pues ojalá.
Carmencita: para que sepan, yo también le regalé unos sus tamalitos a don Ponchito, el pobre no traía mucho dinero. Después ajusto también con lo que haga falta. Pues, si es que lo que falta es el valor de dos de queso y un tayuyo… y una taza de café, y también una champurrada de las de Tita.
Norita: ya mero hace un chompipe y se lo regala la Carmencita.
Carmencita: cállese usted. Es que de verdad uno se siente cuando uno tiene hambre y no tiene dinero y todos están comiendo a la par. Ante todo estamos en la iglesia, recuérdense.
Zoilita: a mí se me hace que la Carmencita nos está cantineando al viejito. Todos los miércoles el chulo me pregunta por ella en el grupo de los de la tercera edad.
Norita: tal vez le pone polvos venamí a los pastelitos.
Carmencita: ay, no, lo que se inventan ustedes. Ya estamos grandes para esas cosas. Imagínense. El Poncho y yo, sí, fuimos novios el otro día. Era más feo pero a mí de todos modos me gustaba. Pero como no se apuraba y se me atravesó el finado Rubén, ya ven, ni modo… Si estuviéramos como la Mairita, chulos, galanes, pues sí, así sí me animo…
Mairita: pero usted todavía puede, Carmencita.
Carmencita: ya no, linda. Pero usted, a usted le deben de llover los patojos…
Mairita: pues viera que no.
Minguita: tan santa es que la deben creer monja.
Zoilita: pues sí, claro, esta muchacha es muy buena, fíjese, Minguita. Si es que se casa aquel que sea su esposo será muy afortunado.
Mairita: tan habladoras ustedes, pues sí doña Carmencita, usted todavía está a tiempo, dele alas a don Ponchito.
Carmencita: Ay, Dios, m’ija. Ya estoy vieja, y además bien entregada a la pastoral.
Doña Cata: si casi aquí vive la chula.
Norita: quien habla.
Doña Cata: pues sí, con nosotras se entiende. Carmencita le hace la comida a toda la parroquia y yo soy la presidenta del equipo de liturgia. La que más responsabilidades tiene. Sin mí las Custodias del Santísimo se vienen abajo.
Tita: es cierto.
Norita: (aparte) Como no tiene nada que hacer.
Doña Cata: ¿y acaso usted si? Sus canarios no deben ser mucho trabajo, supongo.
Norita: pues fíjese que me ocupan bastante. Aunque ese no es trabajo. A mis animalitos yo los cuido como si fueran mis hijos y los hijos, como dice el padre, aunque yo no tuve, nunca son un trabajo.
Doña Cata: ya ve, no tiene nada que hacer.
Norita: pues sí, pero al menos hago más que usted… en mi casa. Como debe ser una mujer arrecha.
Tita: va, pues chulas, no se peleen. Mejor contemos las ganancias.
Mingüita: allí se recuerdan que falta lo del Toribio y lo de Don Poncho. …Y lo de Pedrito.
Zoilita: si, ya sabemos. A ver, nuestra tesorera.
Norita: Para que vean que sí hago algo (abre la caja de zapatos y empieza a contar con todas alrededor) Cincuenta, setenta, más cinco… y otros cinco, ochenta, más cinco, ochenta y cinco y otros cinco, noventa, noventa y nueve y otros cuatro… ciento… ciento… ¡ciento tres!, ciento tres… más cuatro… ciento nuev… no, no es ciento nueve, ¡Ay, ya me confundí! Voy a empezar otra vez.
Doña Cata: (a Tita) ya ve que ni puede sumar.
Mairita: yo la ayudo, Doña Norita.
Norita: gracias, nena. (El grupo se divide para vigilar muy de cerca las manos de las dos contadoras).
Norita: (cuenta en susurros) ochenta, noventa, cien, ciento veinte, ciento veinticuatro, ciento veinte siete, ciento treinta y dos…
Mingüita: ¡Se confundió!
Norita: mentira. Ahora sí lo estoy haciendo bien.
Mingüita: No, yo la vi. Puso uno de diez y contó nada más cinco.
Norita: va pues. Otra vez: diez, veinte, setenta, ochenta y cuatro…
Mairita: ya terminamos. Tenemos aquí trescientos diez y nueve, y veinte centavos. ¿Y ustedes?
Doña Cata: A esta pobre que no le da la cabeza. A ver, mejor cuente usted, Tita.
Norita: dele pues. Pero conste que ya es la edad. A todas les pasa.
Zoilita: a mí no me meta que no soy tan vieja.
Carmencita: tan grosera la Zoilita. Si aquí nadie es vieja. Sólo se sienten viejas las que se pintan el pelo.
Minguita: es verdad. Como esas viejas fufurufas que vienen a la misa del  domingo.   
Doña Cata: (tocándose el pelo) pues no tiene nada de malo ponerse unos rayitos.
Norita: ¡unos brochazos!
Doña Cata: A ver, Tita, ¿cuánto hay?
Tita: (dejando el último billete sobre la mesa) Quinientos sesenta y cinco cabales.
Mairita: más trescientos diez y nueve…
Zoilita: ¡Ochocientos ochenta y cuatro…! Con veinte.
Carmencita: bien buza usted para las sumas, verdad.
Zoilita: ya ve que no soy tan vieja. Por eso la tesorera debería ser yo.
Norita: Dios nos libre…
Zoilita: ¿Qué dice, Nora?
Norita: que ya está enfriando. Dios nos libre de una recogida.
Mairita: El padre va a estar tan contento cuando le demos el gusto.
Tita: Sí, verdad. Es que en esta parroquia somos bien unidos. Eso es lo que me gusta. El pobre necesita tanto este dinerito para su mamaíta.
Minguita: Pero no se les olvide lo de…
Todas: si, ya sabemos.
Mingüita: es que si una no les recuerda… (Empiezan a recoger todas sus cosas)
Doña Cata: se acuerdan que mañana viene el padre. Le damos la sorpresa después de la misa. Tita, usted se acuerda de venir a arreglar las flores.
Tita: sí, doña Cata.
Doña Cata: todas blancas, por ser Candelaria.
Tita: sí, doña Cata.
Doña Cata: Se acuerdan también del orden de las lecturas.
Norita: yo voy con la primera lectura.
Zoilita: no chula, esa me toca a mí. Así quedamos en la reunión de ayer, como usted ni se apareció…
Norita: entonces me tocan los salmos ¿cuáles eran?
Mairita: eso los tengo yo, doña Norita.
Norita: pero si siempre me tocan a mí.
Doña Cata: con la que nos hizo la semana pasada mejor descanse un poco.
Norita: ya estoy buena, sólo era un catarrito.
Minguita: (aparte) moquillo de sus canarios.
Norita: bueno, entonces hago la segunda lectura.
Tita: esa la va a hacer don Julian, la pidió desde la semana pasada.
Norita: ¿y si ayudo con la entrega de los sacramentos?
Doña Cata: sólo la ministra extraordinaria puede hacerlo y esa soy yo.
Norita: yo también soy del equipo de liturgia ¿Qué hago entonces?
Doña Cata: póngase a entregar el misal en la entrada.
Norita: ¿y si sostengo el platito?
Carmencita: el San Martincito lo va a hacer.
Tita: ¿Quién es el San Martincito?
Carmencita: el acolito, niña. El negrito feíto, hijo de don Pascual.
Doña Cata: Bien señoras, y señoritas. Así quedamos entonces. Gracias por su ayuda. Hoy si nos pusimos pilas, así tiene que ser siempre. (Se despiden entre sí) Nos vemos mañana.
Norita: se cuidan pues, buenas noches.
Zoilita: buenas noches.
Mairita: hasta mañana, que descansen.
(Van saliendo)
Carmencita: por cierto, Tita. ¿Cómo siguió su papito?
Tita: pues malito, doña Carmencita, allí vamos jalando.
Carmencita: ojalá se componga. Voy a rezar mucho por él. Bueno, las dejo, patojas, pasen buena noche. (Sale)
Tita: cuídese. Vamos nosotras también, Minguita (la toma del brazo) De verdad que ya está enfriando.
Minguita: si, vamos pues. La acompaño, de paso quiero visitar a su papá. Si es que no tiene problema.
Tita: no, no se preocupe. Vamos.
Minguita: Estas viejas sí que son puros chiles ¿no cree? Sobre todo la Cata y la Nora, cómo se tiran de duro. Por cierto, ¿no se ha fijado que la Mairita esa, tan santa que dicen, como que le anda moviendo el piso a Pedrito? ¡Un seminarista, vaya a saber usted! Eso, digo yo, eso sí que es pecado…
(Salen)

2 comentarios:

Francisco Juárez dijo...

Tu escena es un retrato vivo de lo que sucede en las iglesias, de lo que sucede en la sociedad. Me hizo recordar días de mi niñez junto a mi abuelita. Solo una recomendación, cuidado con la escritura de los números y que hay algunos incorrectos.

Danilo Osoy dijo...

A mi tambien me gustó mucho el acto. Sobretodo la primera parte, en la que captaste bien un dialogo. Solo una sugerencia (no se mucho del tema) creo que los actos no deben ser tan largos porque pierde la atención del publico. Pero muy bien escrito.