27 abril 2011

Textos varios

Inundado

Hoy desperté, pero desperté de una manera distinta a la que despierto todos los días, hoy desperté sientinedo que habían cosas que no estaban bien, hoy desperté dandome cuenta del caos a mi alrededor. Abrí mis ojos, noticias y períodicos que narran un devastador suceso que ha impresionado al mundo, al ir por las calles me di cuenta de cuánto sufrimiento nos rodea. Hoy desperté y vi sufrimiento, hoy desperté y vi caos político y social, hoy desperté y sentí caos.
¿Qué es el caos? ¿Cómo sentir el caos? Sentí como las cosas estaban de todas formas menos como deberían  estar, gente en la calle con hambre, debates políticos, desastres naturales, caos. Viendo como todos con cada  día que pasa viven ajenos a este caos que hoy me hizo despertar.

Hoy desperté y no pude evitar sentirme inundada, no solo por mis problemas sino por todo lo que sucedía;  como que no bastara con lo tediosos que son cada uno de mis días hoy desperté no solo llena de  preocupaciones sino rodeada de aquel caos de aquel dolor, de lo que parece no estar bien.

Desperté pero al despertar no pude evitar observar como a pesar del caos notar, el no poder hacer nada me  puede llegar a frustrar. Despertar y notar que la inundación de caos en el mundo puede llegar a empeorar.

Lo que me mantiene a flote
Ese día que apareciste en mi vida eras simplemente un conocido
Paso el tiempo y te consideraba un buen amigo
Después de varios meses ya eras alguien especial en quién podía confiar
Más sin embargo conforme más te conocía más indispensable te hacías en mi vida.

Llego el día en el que rodeado de flores y globos entraste sentimentalmente a mi vida
Sin imaginar yo ese día sería el que cambiaría todo lo que sentía.
Todo empezó como un leve sentimiento, emoción de verte y marioposas por tenerte
siguio pasando el tiempo y yo a la expectativa de ver que sucedía.

Hoy casi un año después puedo sentir lo mismo que el primer día
en mi vida había sentido que un sentimiento tan profundo por tanto tiempo perduraría
Es increíble como un solo ser humano puede ser tu calma y compañía
como una sola persona puede llenarte cada día.

Hoy el sentimiento va más alla de mariposas y emoción
entre más tiempo pasa somos mejores personas juntos y separados
día a día agradezco al destino por ese día en que por fin de las manos tomados
decidimos tomar nuestras vidas y ayudarnos a crecer uno al otro.

Gracias hoy te quiero dar por estar ahi cuando más lo he necesitado
porque cuando he sentido que por cosas difíciles he pasado
silencioso y con amor tu apoyo me has brindado
sin dudar por un momento y sin pensarlo dos veces y a mantenerme a flote me has ayudado.

El penitente

El aire se siente pesado, las ráfagas de arenilla intentan entrar en cada parpadeo de las
miradas q se me escapan, el incienso cubre y abraza a cada individuo a su alrededor, mis
pies se sientes adormecidos mi cuerpo se siente y pesa más de lo que mis pies pueden
soportar.

Dentro del pasar del recorrido divaga mi mente dentro de mi subconsciente equilibrando
las acciones pasadas inclusive recientes, al transcurrir las cuadras los individuos cambian,
van vienen y vuelven a venir, las calles se vuelven cuadras, las cuadras se vuelven
kilómetros, el vaivén de los incensarios hipnotiza a visitantes la vestimenta se une a cada
uno de los individuos.

Todos y cada uno de los integrantes camina en forma que se mueve el péndulo del reloj,
en una no muy lejana distancia el oído de cada uno se ve encantado en cuanto a una serie
de melodías que capturan a cada uno de los presentes, el asfalto se ve reemplazado por
una serie de alfombras temporales, la madera es rustica al estar en contacto con la mano,
el sentimiento a la familia se compara a una hermandad.

Al divisar a cierta distancia se asemeja el destello de fe, el sentimiento y la tradición de
hacendar la cabeza, se vuelven signos de genuflexión a favor de un esperanza que se
vuelve y torna de una manera en que solo en esta época especial se puede ver, días
en los cuales el amor, sufrimiento, paz, tranquilidad y tradición no solo son visibles son
percibidles inclusive a los que buscan rasgos y evidencia de fe.

20 abril 2011

Punto de Partida

Por José Andrés Ochoa
Enfermarse como método para saber que estamos vivos. Sufrir flaquezas en la salud para recordar que el dolor también es parte de la vida. Condiciones que contextualizan una historia para reconocer que debemos cambiar nuestras rutinas; y así, intentar prevalecer. Y es que con esta sombría y puede que tanto confusa introducción, es adecuado razonar sobre ciertos acontecimientos. Propongo como tema de discusión: la enfermedad. Más que abarcar aspectos propios de la medicina, evoco criterios más humanos. Porque es inevitable pensar al momento de sufrir un percance en la salud “¡¿qué diablos?!”.

Desperté con fiera tos. Me pareció extraño ya que era época de intenso calor en Argel. Observé mi camiseta y el asombro no fue para menos. Pequeñas manchas de sangre entorpecían el blanco de mi ropa. Traté de sentarme a la orilla de mi cama. Difícil era aquella mundana tarea, ya que mi cuerpo carecía de las fuerzas para lograrlo. No tuve más remedio que clamar por el auxilio de alguien cercano. Mi voz se diluía gracias a la aspereza de mi garganta. Fue lo último que recuerdo de aquella ferviente mañana.

Desperté de nuevo. Ahora mis ojos se mantenían cerrados, y era aquel silencio que me intrigo. Ya no estaba en mi hogar. -¿Cómo puedo estar enfermo siendo tan joven?- pensé mientras mis párpados comenzaban a abrirse a escaza rapidez. Logré reconocer que me encontraba postrado en una cama con sábanas limpias. Di un fuerte suspiro para tratar de encontrar energía en el aire de mí alrededor. Un médico con anteojos se colocó a la derecha de mí. Ojeó su tablilla y comenzó a hablar. No recuerdo mayores términos, mas sólo uno que golpeó mi mente como bofetada: tuberculosis.

Comencé a trazar rutas con este nuevo acontecimiento en mi vida. En mi poco conocimiento médico, sabía que la muerte tentaba mi vida, mas no dejaría que lograra su objetivo. Mi mayor preocupación era mi educación. No quería detener mis quehaceres, pero sabía que mi recuperación no sería breve. Debía dejar la universidad, y con ello, frustrar mi carrera de filosofía… 

¿Es así como socaban los sueños de un joven estudiante? Sería un triste final para una mente brillante. Debemos de agradecer que eso no sucediera. Con actitud emprendedora, Albert Camus decidió profundizar la experiencia para impulsar su carrera. Luego de su enfermedad, y después de mudarse a Paris, Francia, y vivir bajo un marco de guerra mundial, Camus optó por tomar una postura existencialista. Cabe resaltar que analistas rotulan a las personas fieles a esa ideología como negativas. Hecho que puede verse plasmado en la obra de “El Extranjero”, que narra la historia de cómo una persona ve cómo su vida se frustra por una acción instintiva. No pienso detallarles más la historia por si no han tenido la oportunidad de leerla, pero sí puedo mencionar  que Albert es una persona importante en la literatura.

Destaco su tuberculosis, ya que le obligó a dejar sus estudios y sirvió como hecho para desarrollarse bajo una ideología filosófica. Puede que sí, que él haya sido un individuo negativo. Pero gracias a esa situación, surgieron grandes obras que enriquecerían las letras. 

10 abril 2011

Julio Urízar - Francisco Méndez

Por Julio Urízar


…“-¿Y de qué tamaño era el Terremoto? –queríamos saber los patojos.

-Se oscurecía el sol cuando salía, con eso te lo digo todo. ¡Pero cómo sería el animalazo de grande, que para quitarle el dedo chipe del pie, Tata Sinforoso le tuvo que dar una puñalada que duró una hora de parte a parte! ¿Y cuando le cortó la cabeza, y no le dio una cuchillada que duró tres días con sus noches?

Teresón daba un pujido sordo, bajo el peso de su fantasía, y continuaba:

-Al fin el Terremoto quedó en un charco de sangre y entonces Tata Sinforoso, que las olió en el aire, se metió en la cueva para acabar con toda la familia y librar así al pueblo de una vez de los temblores. Allá abajo encontró a la Terremota, a la cual no quería matar porque le daba vergüenza matar a una mujer, pero la maldecida en cuanto vio a mi agüelito empezó a menear unas pitas que colgaban de la pared, y cada pita que jalaba temblaba la tierra y reventaba un volcán. Siguió buscando y en un nido encontró a los Terremotillos.

-Los Terremotillos, Teresón –nos enloquecíamos los chicos. ¿Y cómo eran?

-A ver qué día los llevo a conocerlos. Me tienen que guardar el secreto, porque sólo yo lo sé: están en el mero asiento de la cueva del Cicimite y son cinco. Cuesta que crezcan. Todavía´stán criaturitas. Son como ratones tiernos, coloraditos y sin pelo. Ya me conocen. Se ponen a dar chillidos de gusto cada vez que les llevo su maicito…” 

Llegar a considerar un libro y un autor predilecto es un poco difícil para mí. Quizás no he encontrado todavía aquel libro del que pueda afirmar “¡Este es mi favorito!”, o tal vez hay algo en mí que se resiste a catalogar a los libros que leo en una especie de top ten, pues cada pedazo de cartón y papel que llega a mis manos me deja algo nuevo y extraño que mis ojos, muy ingenuos todavía, tratan de absorber al máximo, sorprendiéndose siempre con su particularidad. Desearía tener un criterio más elevado, de tal modo que podría ser un lector más crítico. Pero siempre gana en mí el lector apasionado y joven, al que cada libro, por simple, enredado, oscuro o claro que sea, es un nuevo descubrimiento.

Claro que hay algunos que se quedan mejor grabados en mi mente, tal vez aquellos que razoné más, que fueron objeto de algún tipo de análisis. Como Monterroso, Balzac, Woolf, Zolá, Poe y una lista medio larga (pero no tanto, lo será cuando tenga mínimos unos cincuenta años). Otros que se fueron directo al corazón, pues los disfruté tanto que, en realidad, no quisiera destruirlos por medio de un examen intelectual, deleitándome al releerlos más que de las formas y las estructuras, de las imágenes y viajes que me hicieron experimentar, tales como Ende, LeGuin, Barrie, Lewis, Wyne Jones o la misma Rowling. (Lo acepto, el estudiar literatura no me quita de encima, como muchos podrán pensar, que recuerde con gusto que alguna vez estuve –y regrese de vez en cuando- en Fantasía, viajé a bordo de Miralejos por toda Terramar, me consideré un niño perdido tanto en los jardines de Kensington como en la misma Narnia, anduve por toda Ingari en un castillo que se movía y recibí un tallercito de defensa contra las artes oscuras en Hogwarts).
Supongo que es el primer estado de un lector, el lector inocente, al que los más académicos quisieran retornar de vez en cuando, quitándose de encima su bagaje intelectual, el cual, ahora que me lo he ido formando de a poquito, no dejo de considerar muy importante para todo aquel que se considere Lector, con mayúscula. (Eso sí, aquí no hay cabida para vampiros y vampiras y ángeles y zombies y licántropos excesivamente sensuales con fuertes hábitos consumistas). 

O puede que tal vez la forma en que te acercas a un libro dependa del libro mismo. Independientemente de todo lo anterior, haré mención de un libro que se me quedó grabado en el corazón, no es que me guste más, no es que sea mi favorito, no es que ande de chovinista, es que no lo puedo olvidar:

Lo leí hace varios años. Lo releí hace poco pues posiblemente lo vaya a utilizar en mi tesis, aunque aún no estoy muy seguro. El texto que les compartí al principio es un fragmento de “El vencedor de los temblores” un chile (cuento) del primo Teresón, un muchacho que comparte todos los colores de su fantasía a los niños inocentes que le escuchan, parte del libro de los Cuentos de Joyabaj de Francisco Mendez. ¿Francisco Méndez, el profesor? No, no es el profesor de literatura, y también escritor, que alguno de nosotros conocemos en la URL. Más bien es su abuelo.

Toda la obra de Francisco Méndez (1907-1962) se concentra en Cuentos de Joyabaj y algunas poesías. Murió relativamente joven, pero podría decirse que es uno de los más destacables escritores de su generación (la de los años 30 o “los Tepeus”) dentro de la literatura guatemalteca. Su obra la clasifican algunos dentro del criollismo, con una buena carga de crítica social y por supuesto, una intensidad de realismo mágico que en lo personal, es lo que me encanta. Más que realismo mágico, siendo (o hubo sido) para nosotros como guatemaltecos la “magia” algo cotidiano, Méndez sabe elevarla al rango de una fantasía-real, transportándonos a esa Guatemala “de antes”, en la que todo, cualquier cosa, incluso catedrales bajo el agua, podía ser posible. (Puede que para a algunos esa “posibilidad” estuviera fundada en la ignorancia que dicen,
hace surgir al mito), lo resaltable, para mí, es que un pueblo entero, Joyabaj, es construido ante nosotros, con su pluma llena de metáforas de humildad de campo, con olor a montaña, sonidos de pueblo, trapiches, muertos, fantasmas y cabalgata, palabra a palabra, mito a mito, leyenda a leyenda, habitante en habitante, no un cuadro de costumbres o una postal folclórica, sino una época con todas sus obsesiones, creencias, riquezas, desgracias y sentimientos. El herrero, el zapatero, el perro preferido del pueblo, la solterona que amaba a su hija muerta, la misma muerte (la Pascuala), el primo cuenta cuentos, el Cicimite, los nahuales, toda la cosmovisión del pueblo indígena (y la magia verdadera que hay en ella) en las palabras de Xuan Ralios Tebalán, o los militares que se llevaban a los hombres del pueblo para ir a “defender” la patria en la frontera ante la turbia revolución mexicana en el naturalista relato llamado “Cristo se llama Sebastian”, etc.
Casi podemos decir que si un pueblo ha sido inmortalizado a través de la literatura en Guatemala, ese ha sido Joyabaj, ese Joyabaj, y esa Guatemala, que existía antes de la guerra. La guerra nos dejó literatura de la guerra, luego literatura del desencanto de los hijos de la guerra, hoy por hoy literatura del desaliento ante una sociedad que apenas se sostiene. La literatura se ha ido apagando, en el sentido de la ficción y la fantasía, poco a poco, con algunos pocos brillos de magia aquí y allá, con Méndez, quizás Asturias, (que hoy muchos quieren olvidar), y tal vez Ak´abal. No podemos pedirle al país que escriba sobre mundos inventados si el suyo apenas es soportable (aunque eso bien podría ser un aliciente). Pero sin duda, aquellos que dejaron un poco de fantasía en nuestras letras como Méndez nos pueden seguir haciendo brillar los ojos. Desde luego es un libro que da mucho más de qué hablar; noten cómo el terremoto, antes considerado una serpiente que se arrastra por debajo de la tierra en muchas otras culturas, tiene incluso una familia, y con qué ternura y lirismo de campo nos lo narra el primo Teresón, transformándonos en esos niños que le escuchan con gran admiración. Simplemente mueve algo, allí atrás, en la espalda. Al menos a mí.

Repito que estos cuentos dan para mucho y con más exhaustividad. Pero dejo aquí nada más que mis primeras impresiones. Al fin y al cabo este era el ejercicio. 

08 abril 2011

Pablo De la Vega - John Keats

Por Pablo De la Vega

Texto:
John Keats - La caída de Hiperión: un sueño


"Tienen los locos sueños donde traman
elíseos de una secta. Y el salvaje
vislumbra desde el sueño más profundo
lo celestial. Es lástima que no hayan
transcrito en una hoja o en vitela
las sombras de esa lengua melodiosa
y sin laurel transcurran, sueñen, mueran.
Pues sólo la Poesía dice el sueño,
con hermosas palabras salvar puede
a la Imaginación del negro encanto
y el mudo sortilegio. ¿Quién que vive
dirá: "no eres poeta si no escribes
tus sueños"? Pues todo aquel que tenga alma
tendrá también visiones y hablará
de ellas si en su lengua es bien criado.
Si el sueño que propongo lo es de un loco
o un poeta tan sólo se sabrá
cuando mi mano repose en la tumba."


Uno de los más exultativos poetas románticos en la historia de la Literatura, por tanto, uno de las más conmovedoramente bellas almas que han vagado por esta lacónica existencia, John Keats fue uno de los tres grandes poetas del Reino Británico del siglo XIX, junto con el donjuanoso Byron y el apasionante Shelley.

Ahora, este corto fragmento viene a ser la prima estrofa de uno de sus más grandes poemas: La caída de Hiperión: un sueño. Sin embargo, todo lo que engloba estos versos es una de las más exactas definiciones de un poeta, e incluso, me atrevería a decir, de un escritor: un loco elíseo de una secta que trasunta sus ensueños. Pero, me disculpo de antemano si esta complicada conjunción de ideas exhorta a los más mundanos a pensar que el escritor es un loco (literalmente “loco”) que escribe lo primero que viene a la mente. ¡No! Un literato es mucho más que todo eso. Un verdadero escritor es un traductor. El escritor traduce aquello que le es dado mediante representaciones empíricas, lo cual incluye el reino de morfeo, pero que, a diferencia del resto de seres humanos, entiende. El oficio de un traductor es comprender en un idioma algún sistema de signos y convertirlo a otro. Así, el escritor viene a ser el traductor de la existencia. Ahora, sucede lo más simpático en esta cuestión. Así como existen diferentes idiomas, existen diferentes lenguajes en la existencia. Aquí entra la labor del Poeta. Este, por tanto, es el más eximio de todos los traductores, puesto que convierte a un lenguaje comprensible el más difícil de todos los lenguajes posibles: el lenguaje de los sentimientos. Y digo que este es el más difícil porque es el más amplio y ampuloso de todos, ya que es inmanente a su esencia abarcar la totalidad de singularidades emanadas de cada entidad constituyente al género humano.

Ahora, tal vez la traducción (la cual me disculpo de nuevo por no ser tan concreta y exacta como hubiera querido) sea esquiva a la tonalidad y melodía de un poema inglés recitado en el refinado acento británico pero, para los que dominen el idioma bretón (bretón porque es muy diferente a la ominosa lingüística del norte imperativo) será una delicia recitar estos versos:

"Fanatics have their dreams, wherewith they weave
A paradise for a sect; the savage too
From forth the loftiest fashion of his sleep
Guesses at Heaven; pity these have not
Trac'd upon vellum or wild Indian leaf
The shadows of melodious utterance.
But bare of laurel they live, dream, and die;
For Poesy alone can tell her dreams,
With the fine spell of words alone can save
Imagination from the sable charm
And dumb enchantment. Who alive can say,
'Thou art no Poet may'st not tell thy dreams?'
Since every man whose soul is not a clod
Hath visions, and would speak, if he had loved
And been well nurtured in his mother tongue.
Whether the dream now purpos'd to rehearse
Be poet's or fanatic's will be known
When this warm scribe my hand is in the grave."

Ahora, toda la carga poética: ese sentimiento que va más allá de cualquier trasfondo tosco y desencantado, pues se presenta descollando en sutilezas y verdades, es percibido claramente en estos versos, ya que la calidad del poema fue engendrado en toda la infusión aciaga de una desdichada entidad. ¿No se han dado cuenta, acaso, que los más briosos escritores han poseído existencias onerosas? Y es porque en la duna que inflige al nómada mientras vaga en el desierto, donde encuentra la necesidad de la esencia y la conoce, se hace ella, parte de ella y la transmite a los demás para mostrar la verdadera faz de esta hermosa existencia. 

07 abril 2011

José Andrés Ochoa - J.R.R. Tolkien

Por José Andrés Ochoa


“Cuando llegó el turno de que le descubrieran los ojos, Frodo miró hacia arriba y se quedó sin aliento. Estaban en un claro. A la izquierda había una loma cubierta con una alfombra de hierba tan verde como la primavera de los Días Antiguos. Encima, como una corona doble, crecían dos círculos de árboles; los del exterior tenían la corteza blanca como la nieve, y aunque habían perdido las hojas se alzaban espléndidos en su armoniosa desnudez; los del interior eran mallorn de gran altura, todavía vestidos de oro pálido. Muy arriba entre las ramas de un árbol que crecía en el centro y era más alto que los otros resplandecía un flet blanco. A los pies de los árboles y en las laderas de la loma había unas florecitas amarillas de forma de estrella. Entre ellas, balanceándose sobre tallos delgados, había otras flores, blancas o de un verde muy pálido; relumbraban como una llovizna entre el rico colorido de la hierba. Arriba el cielo era azul, y el sol de la tarde resplandecía sobre la loma y echaba largas sombras verdes entre los árboles.

-¡Mirad! Hemos llegado a Cerin Amroth –dijo Haldir-. Pues éste es el corazón del antiguo reino, y ésta es la loma de Amroth, donde en días más felices fue edificada la alta casa de Amroth. Aquí se abren las flores de invierno en una hierba siempre fresca: la elanor amarilla, y la pálida niphredil. Aquí nos quedaremos un rato, y a la caída de la tarde llegaremos a la ciudad de los Galadrim.”

Cometiendo un error de novato en la literatura, realicé un acto que puede considerarse atroz. Siendo aún muy joven, me dispuse a ver la película “El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo.” Años después descubrí las obras, y mi asombro no fue menor. Con gran cuidado “devoré” la primera parte de la saga. Mi amor por los textos de John Ronald Reuel Tolkien (a quien ya he citado en alguna publicación anterior) se
acrecentó. 

Y es que como fanático de la capacidad de crear mundos lejanos, únicos y esplendorosos, hallé en Tolkien un argumento para hacerlo. Su soberbia capacidad de dar a conocer a gran detalle sitios que son difíciles de imaginar es admirable. Y, empezando mi incursión en la literatura en este largo camino, pero a la vez satisfactorio, no puedo considerar a El Señor de Los Anillos como mi libro favorito. Pero sí puedo nombrar a su autor como un referente de un estilo único. Perfecto para evocarte a majestuosos acaecimientos. Un reflejo de imaginación pura. Sin límites. Como ven, el fragmento no describe ningún acontecimiento que determine la historia. Es nada más un fragmento de la caminata de la Comunidad del Anillo por los bosques élficos. 

Ver la película previo a leer los libros, me encasilló a ya tener una imagen de cómo son los personas y los lugares donde se sitúa la historia. Pero no puedo rechazar ésa extraordinaria obra cinematográfica. Se apega a la historia, y otorgó el respeto que merecía la Tierra Media. Pero a leer los libros, tu sorpresa no culmina. Descubres nuevos personajes, pintorescos paisajes y eventos que dan sabor a la historia. No quiero que se
me considere como un lector que busca libros populares para ampliar su conocimiento.

Pero es inevitable pensar que el aporte del “Anillo” sirvió como elemento para muchos escritores. Cuéntenme como uno de ellos.

Luis Ángel González - J.R.R. Tolkien

Por Luis Ángel González

Ai! laurië lantar lassi sûrinen!
Yêni ûnôtime ve râmar aldaron,
yêni ve lintë yuldar avânier
mi oromardi lisse-miruvôreva
Andûne pella, Vardo tellumar
un luini yassen tintilar i eleni
ômaryo airetâri-lîrinen.

Sî man i yulma nin enquantuva?

An sî Tintallë Varda Oiolossëo
ve fanyar mâryat Elentâri ortanë
ar ilyë tier undulâve lumbulë;
ar sindanôriello caita mornië
i falmalinnar imbë met, ar hîsië
untûpa Calaciryo mîri oialë.
Sî vanwa na, Rômello vanwa, Valimar!
Namârië! Nai hiruvalyë Valimar.
Nai elyë hiruva. Namârië!

¡Ah, como el oro caen las hojas en el viento!
E innumerables como las alas de los árboles son los años. Los
años han pasado como sorbos
rápidos y dulces de hidromiel blanco
en las salas de más allá del Oeste, bajo las bóvedas azules de
Varda,
donde las estrellas tiemblan cuando oyen
el sonido de esa voz, bienaventurada y real.

¿Quién me llenará de nuevo la copa?

Pues ahora la Hechicera, Varda,
la Reina de las Estrellas,
desde el Monte Siempre Blanco
ha alzado las manos como nubes,
y todos los caminos se han ahogado en sombras,
y la oscuridad que ha venido de un país gris se extiende
sobre las olas espumosas que nos separan,
y la niebla cubre para siempre las joyas de Calacirya.
Ahora se ha perdido, ¡perdido para aquellos del Este,
Valimar!
¡Adiós! Quizá encuentres a Valimar.
Quizá tú lo encuentres. ¡Adiós!

-John Ronald Reuel Tolkien, El señor de los anillos La
comunidad del anillo, p. 526

Este poema es recitado por Galadriel cuando La Comunidad del Anillo abandona Lôrien, un bosque poblado por altos elfos. Namârië significa Adiós.

Este fragmento es uno de mis favoritos de mi autor favorito, no debido a la fuerza de sus palabras o a una idea sublime, sino a la gracia y belleza del lenguaje más completo que Tolkien, profesor de lenguas de la Universidad de Oxford, creó: el Quenya. Imagínense la dificultad de tan larga faena, la creación de un lenguaje. Y sin embargo, Tolkien no creó una lengua, sino más de diez: Quenya, Sindarin (la lengua noble), Adûnaico (lengua vernácula de Nûmenor), Westron (lengua común), Telerin (el lenguaje de los elfos del mar), Doriathrin (lengua materna de Lûthien), Nandorin (la lengua de los elfos del bosque), Sindarin Antiguo (eslabón evolutivo entre el élfico primitivo y la lengua de los elfos verdes), Ilkorin (una lengua perdida), Khuzdul (la lengua secreta de los enanos), Éntico (talvez lo hayan escuchado en la película de Las dos torres, lenguaje lento en el que no se dice nada que no valga la pena decir), Orco y Lengua Negra (la lengua de Mordor), Valarin, Élfico Primitivo. Y en su juventud aprendió y mejoró tres lenguajes inventados por allegados a él. Animálico (inventado por Mary y Marjorie Incledon, primas de Tolkien), Nevbosh (el nuevo sinsentido, eso significa nevbosh, literalmente. Inventado por jóvenes amigos de Tolkien), Naffarin (una mejora del Nevbosh que se perdió en el tiempo, al menos sabemos que vrú significa siempre).

Si los confunde la pronunciación cabe decir que las vocales con un circunflejo se pronuncian de forma larga y abierta, no son necesariamente sílabas tónicas. La letra C se pronuncia siempre como K sin importar si precede a la E o I. La H se pronuncia como en el inglés.

Para escuchar un ejemplo de Quenya perfecto pueden escuchar una grabación del mismísimo Tolkien
recitando el poema que acabo de compartirles: http://www.youtube.com/watch?v=6de_SbVUVfA

Namârië!... digo, ¡Adiós!

05 abril 2011

Sara Fernández - Khalil Gibrán

Por Sara Fernández 
Los Gigantes - Khalil Gibrán

"Busqué refugio en el silencio porque los oídos de la humanidad se cerraron al susurro de los débiles y sólo escuchan el tumulto del abismo. Y es más prudente para el débil callar frente a las fuerzas tempestuosas de la vida; aquellas que tienen cañones por voz y bombas por palabras."

"Vivimos una época cuyos hechos más pequeños son más grandiosos que los más grandes del pasado. Los valores y los problemas que monopolizan corazones y pensamientos están en penumbras. Los antiguos sueños se desvanecen como bruma y son sustituidos por gigantes que caminan como tempestades, se mueven como el mar y respiran como volcanes."

"Y ¿Cuál será el destino del mundo, cuando los gigantes finalicen su guerra? ¿Volverá el campesino a sembrar semillas donde la muerte sembró esqueletos? ¿Llevará el pastor su rebaño hacia las praderas donde la sangre regó la tierra? ¿Se inclinará el creyente en los templos donde los demonios danzaron? ¿Declamará el poeta sus poemas frente a las estrellas ofuscadas por el fragor de las batallas? Y ¿Cantará el cantor sus canciones en la quietud perturbada de tantos horrores? (…)"

"Siempre que estoy solo le hago preguntas a mi alma. Pero el alma es como el destino, no habla
(…)"


Khalil Gibrán no es mi autor favorito, ni “El Profeta” mi libro preferido, pero no hay nada en otro libro que me impresione tanto como en este. Gibrán ,fue uno de los primeros literatos que tuve la oportunidad de leer, para abrir mis ojos hacia sus criticas que siempre me parecieron excelentes, es como una forma puntual y acertada de describir al hombre egocéntrico y enajenado del universo y del mundo que piensa que su dolor y su alegría son el centro de una totalidad y que la totalidad no puede influir en él para que su accionar sea distinto. Por ello “Los gigantes” es impresionante para mi, el silencio de los gigantes de la tierra que se escuchan cuando uno deja de preguntarle a su alma y la escucha y deja que el viento le dedique una canción utilizando como instrumento la silueta del cuerpo mismo y haciendo una sinfonía con el resto de elementos del entorno. Los gigantes, aunque no emitan ningún sonido humano tienen la vos más poderosa y fuerte de esta tierra.

03 abril 2011

Palabras mágicas

Por Julio Urízar


Carneslimpicula tenfrimeriantelga ergujilkermanituya jesdrutipolijanumbriu.

Sonará a lenguaje mágico, algún hechizo que una lengua atleta logra pronunciar escurriéndose en los terrenos escarpados de un idioma taumatúrgico.

Werwinfeliagronvicus drentiliolelwa, rewurnelgubertopicón sirgujexjem.

Sonará nigromántico, sonará estúpido. Era aquella otra mañana en la que Lirio, - sí, así se llamaba Lirio, como las flores-, no tenía nada que hacer. Escribió la última parte del conjuro sobre el papel:

Limrurakijunertipos bruvilwerwia.

Fue adornando cada letra con sombras y volutas. Separó el papel a una distancia prudente y tomando el lápiz por el borrador, fingió moverlo como si aquella fuese una varita mágica, pronunciando así su enredada letanía. Empezó por una temblorosa y quedita Carneslimpicula (pues le daba vergüenza que alguien le escuchara), cobrando, poco a poco, como el salón estaba desierto, más seguridad, la necesaria para terminar el poema épicamente con su bruvilwerwia.
En instantes Lirio notó que en la espalda, rompiéndole la piel sobre los omóplatos, surgían dos élitros que con otro buen conjuro, y quizás, con un poco de práctica, lograrían ser dos majestuosas alas que lo llevarían a conocer un lugar lejos de ese patético hormiguero de niños estúpidos, donde los demás no se burlaran de su nombre y le respetaran como a un rey.

Sí, un conjuro nuevo lo convertiría en libélula, ¿por qué no en una libélula? En mariposa no, estaba cansado de ser la mariposa, la delicada falena de afeminadas maneras que según los demás niños, crueles moscardones, plaga, era propio de un hueco; así, en un rápido zumbido, en vez de abaniqueos, dejaría los pantanos para olvidar su humillado fantasma, largo y encorvado, de tallo roto, de pétalos sonrosado, con los ojos saltones, estambres, manos como pistilo, de artista, y voz de margarita cuando lo arrinconan contra la pared para bajarle los pantalones. Sería un zumbido, nada más que un zumbido verdi-azul-naranja.

Lirio comenzó a escribir la palabra mágica que le otorgaría aquellos poderes:

Wiwunfiurgalonix quevdilpontricus tufrikokliwus.

¡Sí, sentía la energía de todo su cuerpo concentrándose en aquella zona, alrededor las vertebras! Algo se robustecía, expandiéndose angelicalmente, dragándose toda su alma en etéreas venas que tejían las dos membranas que le permitirían alzarse sobre todos aquellos humanitos que correteaban en el patio.

Su propia sombra, como la de un halcón que detiene en su vuelo al sol, los haría parar con sus juegos para encumbrar la vista y reconocerle superior, envidiable, arrepentidos de no haberlo honrado cuando era como ellos, menos que orugas que no saben en dónde comenzar a construir sus crisálidas.

Lirio cerró los ojos y continuó viéndose admirado. Pero él ya no les hacía caso, sacudía las alas y como un cometa, lleno de sonidos, desaparecía en el horizonte, ansioso y seguro de que vería cosas que ellos ni siquiera tenían la capacidad de soñar.

La ventana se cubría con su respiración. La algarada de afuera quedaba suprimida por debajo las representaciones de Lirio. Apretaba con la mano el papel de sus conjuros. Sus sentidos se dedicaban por completo a contemplar el paisaje iluminado por debajo de sus aleteos.

Pero el ensueño no vivió más de lo que debía durar un recreo. Apocaliptizando su magia, ¿o será apocalipzando?, el rabión de espirales de Lirio desembocó en el restallido de la campana, inoculando su mundo con grietas que dejaron a la vista, nuevamente, el mural de la pared, el pizarrón, los escritorios y la ventana, detrás de la cual se extendía ese patio, ese patio que era más impenetrable que el universo de su sérico magín. De él, provenía en amenazadores estertores la cáfila de insectos que tanto lo desdeñaban. Enmudeció el baladro de la campana.

La cancha al otro lado del cristal recobraba el sosiego, vaciándose. La puerta se abría, de nuevo el enjambre invadía al panal. Lirio arrugó sus conjuros y los guardó en su mochila. Nadie los encontraría, y si alguien los encontraba, no sería capaz, nunca, de comprender, tan siquiera un poco, el poder que encerraban sus palabras.

-Mi vida –le dijo la seño Nancy cuando lo vio-, otra vez te quedaste aquí adentro, ¿por qué?…

-¡Es que Lirio es raro, seño! –musitó una niña a la par, una escarabajo con bracitos que siempre le hacían  cosquillas en sus pétalos, o bien, le robaba la refacción, comiéndosela ante él junto a las ponzoñosas creaturas de sus amigas.

La maestra le pidió silencio a la muchacha y volvió a imponer la cuestión ante su alumno.

Lirio apenas pudo decir que no pasaba nada, que estaba bien. No muy convencida, la profesora debió dejarlo para imponer el orden y enseñar la tediosa gramática de las esdrújulas.

Pero a mitad de la clase, mientras la seño reiteraba que todas se tildan, a Lirio se le ocurrió un nuevo ensalmo, volvió a blandir su lápiz prodigioso, eligió una esquina de la lección y el sortilegio flagró con dulzura entre el papel:

Pwoliruníferis ¡Sémxelup!

Esta vez no deseaba irse lejos para ignorar que en el recreo todos jugaban sin él. Este era un conjuro de valor, se decía, para que la siguiente vez, cuando le preguntaran, fuese capaz de expresar los deseos que sentía por revolotear, y reír, y jugar con el enjambre para no ser la flor cuyas hojas los gusanitos han de devorar. Los pétalos cayeron, el tallo terminó de torcerse, y cuando una húmeda pelota de papel lo golpeó por debajo de la oreja, la magia surtió su efecto: Lirio se puso a llorar.

Tú y yo

Por Diego Montenegro


No tenía nombre, jadeaba y lloraba enfurecido luchando contra un fuego intenso que ardía ante sus ojos y batallaba antagónicamente con la helada más fría que hubiera alguna vez vivido. 

Apenas vivía, cuando Javier apareció ante el umbral de una enorme puerta de madera con elaborados grabados de criaturas fantásticas y poderosas. Sin esfuerzo alguno se abrió la puerta y entró, ya adentro, después de lo que para él habían sido unos pocos segundos, se preguntó cuándo y cómo había abierto semejante inmensidad. Se halló en un gran salón, con amplios y transparentes ventanales que estaban cerrados, pero que permitían a Javier sentir una fresca y acogedora brisa sobre el rostro. Se sentía en casa. Se sentía regresando de un largo viaje, del que no recordaba más que el hecho de haber llegado a casa. Él ahí lo podía todo. Su corazón rebosaba de emoción, de confianza y de una inmensa felicidad. El techo del salón parecía alejarse sobre su cabeza infinitamente, no veía más que luz y colores que lo hacían pensar que estaba donde debía estar.

Sin aviso alguno, sus piernas empezaron a alargarse, sus brazos y su torso se ensancharon y sus ojos parecían hacerse más grandes. Quiso correr hacia la puerta y salir, pero la puerta que una vez había parecido ser enorme ahora apenas alcanzaba su cintura. Los enormes ventanales que en algún momento habían sido claros y transparentes parecían oscurecerse lentamente. Se fijó y observó rasguños en algunos de ellos. Levantó sus manos y vio un par de uñas quebradas y astilladas, la brisa que ahora entraba desde aquellos ventanales aparentemente cerrados tenía un aroma diferente, y transmitía sin duda alguna otro tipo de energía.

Javier movió su cabeza hacia atrás y vio hacia el techo, por primera vez en mucho tiempo vio las vigas de madera que se sostenían sobre las columnas que atravesaban el salón. Justo en el medio había una cadena plateada de la que colgaba una pequeña esfera de luz blanca. La esfera de luz brillaba con intensidad, aunque a veces parecía atenuarse tanto que Javier pensaba que su luz  se extinguiría y no regresaría más. Javier inclinó su cuello y vio hacia la pequeña puerta que se acomodaba apenas entre sus rodillas, haciendo un gran esfuerzo distinguió sobre la madera un montón de garabatos y rasguños, líneas que se perdían sobre la madera y que no encontraban fin en ella. Buscó las figuras que en el pasado lo habían maravillado y asombrado pero no encontró nada.

El salón cambiaba y Javier no entendía, no podía correr, no podía salir, eran él y el salón. El salón en Javier, y él en el salón, luz y oscuridad batallando y perdiéndose en el día y la noche, sacudiendo el corazón de Javier y su entereza. Javier tardaría en entender, tú y yo hemos estado ahí.

Sentimiento Ajeno

Por Pablo De la Vega



Cierto mozo andaba aquel día, 
por la calle, deferente
de cualquiera que pasaba, gente,
y con la que todos gustan, alegría, 
él saludaba y aludía
con garbo y exaltación 
de tan elocuente educación
a todo el que veía:

"Buenas tardes, caballero
y señorita, las muy buenas
tardes, que son apenas
las dos en el relojero"

Empero quien lo oteara, bellaco,
no le correspondía el saludo, 
sino, con ira de maniaco, 
enfuriábase del hombre, 
gritándole -¡En el nombre, 
de tu madre, testarudo,
calla de una vez, 
antes de que den las tres!-

Era en dicha hebdómada, 
en la que todo, más lento, 
volvíase, y el atento,
de los demás humanos
(a quienes llamaba hermanos
el fallecido nómada
de este mundo), 
notaba el sentimiento profundo, 
que atendían, sin entender, 
de la significación que ser.

El uno lo tenía cual"cogitatum", 
discuriendo sobre dicho fátum, 
mas superfluo, algotro,
pensaba en el robre erguido, 
en que el humillado "no-servido"
sucumbió de este mundo al otro, 
y el que faltaba, más hambriento
gozaba de que su estado, 
se conmemorara en aspaviento
con frutillas y pescado.

Pero la realidad mas verdadera
y la verdad más real
no era el sentimiento vanal, 
si no el que garbo celestial 
a todos difundiera, 
representado, verbigracia, 
en el más despreciado (por desgracia)
ya que dichoso era su estado. 
Y este joven bienhadado
es ejemplar de lo que ha visto:
amor, pureza y felicidad, pasión.
Pues en este mundo la verdad
no es lo que presenta la hermandad
sino la realidad del corazón
por el advinimiento de Cristo

Aquel Héroe de la Certeza.

Por Sara Fernández

“Me dediqué a ver dónde estaba la sabiduría y la ciencia, la estupidez y la locura. Pero ahora veo que aun eso es correr tras el viento. Cuanto mayor es la sabiduría mayores son los problemas. Mientras más se sabe, más se sufre.” Eclesiastés 17-18

Qué inmensa ebriedad y confusión habrá podido sentir aquel humano, que sobre la imperiosa voluntad de las letras vive, para perder su alma en el vasto mundo del saber. Voraz hambre de sabiduría que no llega sino a un delirante desconcierto, Poco a poco va experimentando aquello que ya conocía y no había vivido, poco a poco va tomando experiencias que aún en su vejez no había tenido la oportunidad de sentir. Encuentra amores dulces e ingenuos, como una margarita y amores pasionales guiados por la firme escultura de la figura humana y a todos los conquista, mas a un costo demasiado elevado.

Pero claro, cómo se puede describir a este personaje sin antes mencionar a su socarrón acompañante, que viene a él en forma de perro de agua. Más que miedo, más que diablo de lúgubres y gélidos sentimientos, su comicidad y ocurrencia hace que el mal parezca ser una imagen vacía en el mundo, un ser burlado por el bien, que cree triunfar ante lo bueno y lo justo.

La inquietud, es la única que logra pasar a través del cerrojo de la puerta de su morada y con su ayuda, logra darse cuenta de las verdades que tanto había estado buscando, después de tantos males a los que se había sometido, poniendo su alma en juego, logra burlar al cruel demonio encontrando su libertad y su felicidad en una entidad divina. Nuestro personaje encuentra paz y certidumbre en aquello por lo que el demonio no puede condenarle y logra salvar su alma con la luz de la bondad y la pureza.

01 abril 2011

Publicación Especial: Ellos enamorados

PUBLICACIÓN ESPECIAL: 
TEXTO ESCRITO POR LA COORDINADORA DE CLUBES LUISA FERNANDA BARRERA

Esto es excelente esto es el ejemplo, el ejemplo encantador, el ejemplo es él en ella.
En este elegante encuentro, es él enamorado, él evocado, es él ejemplo esperado.
El efecto en el encuentro es el esperado, el éxito en el encuentro es ellos enamorados.  
Este efecto es el esperado, es el evocado.
El encantado es él, el efecto es ella entrando en él.  
Ellos encadenados, ellos enamorados
Él es ella, ella es él; ellos entrelazados, ellos encantados.
Ellos están enamorados, están esperando el enlace.
Esto es el ejemplo, es el enlace esperado.
Esperando él en ella, ella en él, enamorados ellos están.
Esto es ellos enamorados, ellos esperando el enlace.
El enlace entre ellos enamorados.