Por
Miranda Navas
Tener clases con ese catedrático es un
realmente tedioso. Habla, habla y habla sin parar. Dice lo mismo un millón de
veces y de 40 formas distintas. Después de hablar por media hora acerca de algo
relevante a la clase, pasa una hora hablando de su vida.
Como siempre, termino perdiendo el hilo de lo
que trata de decirnos. Estoy aburrida y si tan solo no fuera de esos
catedráticos que te da un sermón de la importancia de no salirse de la clase,
porque podríamos “perder información importante”, me hubiera salido hace 30
minutos.
Detesto esa clase.
Jugar con el lapicero y hacer garabatos en mi
cuaderno dejó de entretenerme hace 15 minutos. Volteo la mirada hacia la
ventana. Estando en el edificio M, mi clase tiene vista al parque de la
universidad. Por poco emocionante que sea, ver las personas caminar hacia sus
carros es mucho más entretenido que escuchar atentamente a ese catedrático.
Es de noche y no falta mucho para el receso.
Veo mi reloj y al ver que me he engañado a mi misma y falta muchísimo para el
receso, vuelvo a mirar por la ventana. Todavía hay bastantes carros en el
parqueo, pero se ve desértico. No hay nadie caminando por ahí, todos han de
estar en clases.
Una sombra cruza mi vista a una velocidad
desconcertante y pegó un brinco del susto.
A la distancia una sombra se movía y saltaba
de auto en auto, escondiéndose en la oscuridad. Un escalofrío recorrió mi
espalda y me paralicé en mi escritorio. No noté la bondad del catedrático al
dejarnos salir temprano hasta que una amiga me sacudió.
-Venga, vámonos- me dijo.
Al despedirnos del catedrático, el licenciado
pidió hablar con mi amiga. Con un ruego me dio las llaves de su auto para que
fuera a traer su libro para la próxima clase. Estaba, según ella, en el asiento
delantero.
Caminé con rodillas temblorosas tratando de
tranquilizarme de que aquella sombra que había visto en el parqueo era
puramente producto de mi loca imaginación. Ya me había pasado antes y no había
motivo para creer otra cosa. Su auto, el último del parqueo, estaba bastante
alejado y poco iluminado. Me dieron escalofríos nuevamente y apresuré el paso.
Metí la llave en la cerradura cuando escuché
un golpe seco y se me heló la sangre. Levanté la mirada y en el techo del auto
había un joven. Con la cabellera rubia casi hasta los hombros, dándole un
aspecto leonino y feroz. Tenía una sonrisa torcida que mostraba un colmillo
afilado. Lo más aterrorizante, sus ojos.
Uno azul como el cielo, otro de un marrón
oscuro. Me paralizaron y me pusieron la carne de gallina con su mirada tan
penetrante. Inclinó la cabeza, tal como haría un gato observando curiosamente a
su dueño. La inclinó hacia el otro lado y se aproximo hacia donde yo estaba.
Dejé escapar un gritillo de terror, que apenas
si podía escucharse con lo rígida que estaba y el nudo en mi garganta. Alzó su
mano y me cubrió la boca.
-Miau, no grites- bufó.
De un salto bajo del techo del auto y se
irguió frente a mí. Fue entonces que
noté la cola, una cola rubia que se movía de lado a lado, como la de un gato.
Entonces me dio la vuelta y me apretó contra su pecho.
-
Si prometes no gritar, te dejaré
ir- me dijo con un tono burlón. Asentí con la cabeza mientras temblaba de
pánico.
Lentamente dejo de cubrirme la boca y de mis
dedos me arrebató las llaves. Me empujó al asiento trasero y se montó el asiento
del piloto. Encendió el motor a prisa y aceleró fuera del parqueo.
-
Déjame ir, no le diré a nadie que
te he visto!- supliqué, tratando de abrir la puerta pero estaba cerrada con
llave.
-
No, no, no haré semejante cosa- me
dijo. –Eres la excusa perfecta para que dejen de atacarme con esos odiosos
dardos. Tendrán miedo de lo que esas malditas drogas te harán a ti-
-
¿De qué estás hablando?- pregunté,
mi curiosidad superando mi deseo de escapar.
-
Tu tonto gobierno me ha tenido
encerrado en una celda por demasiado tiempo, ¡no soy un juguete con el que
puedan experimentar cuando se les de la gana!- exclamó con cólera, rugiendo
gravemente.
-
Estoy harto de ese laboratorio y
no me harán regresar- exclamó.
Lo observé anonada. Experimentos,
laboratorios, el gobierno, todo parecía sacado de una película de Ciencia
Ficción que no había tenido tiempo de ver.
-
¿Qué eres?- pregunté con manos
temblorosas.
El joven levantó la mirada y me miró fijamente
por el retrovisor. Sonrió, nuevamente enseñando sus colmillos.
-
Esa no es la pregunta correcta-
dijo sarcásticamente. – Deberías preguntar QUIÉN soy, no qué. Tal vez seré un
leónida pero también soy hombre- dijo entredientes.
-
¿Quién eres?- pregunté
cautelosamente, temiendo enfadarlo aun más.
-
Soy Leo- respondió, con una risa
irónica.
-
Qué vas a hacer conmigo?- pregunté
temerosa.
-
Nada malo, cariño, eres mi boleto
a la libertad- la sonrisa en su rostro me helo la sangre, pero extrañamente al
verlo a los ojos, me tranquilicé. Había algo en ellos que le daba cierta bondad
a las palabras venenosas que salían de sus labios.
…
Había escuchado noticias, visto los reporteros
hablando acerca de un robo en una sede del gobierno poco conocida. Algo acerca
de experimentos, que había un fugitivo. Mostraron un bosquejo de su rostro, no
muy parecido a la realidad. La descripción era bastante específica y nadie
coincidía. No pensé que perdería mi ultima clase del día, di que terminaría en
la parte de atrás de un coche con aquel fugitivo. No pensé que fuera a pasarme
eso, que me volviera parte del reportaje y me volviera un rehén de ese
fugitivo. Pero tampoco pensé que conocería a Leo y conocería realmente lo que
era un leónida…
Continuará.
1 comentario:
Este texto se me hace un poco a Si-Fi rosa, no sé si eso exista pero me suena un poco a literatura, perdón la expresión, un tanto, o mejor dicho, muy utilizada. La narración está bien escrita, tal y como hoy po hoy a la gente le gusta leer, algo rápido y que se coma en dos bocados. Obvio me gustaría saber qué pasaría después, pero seguramente sería la misma historia de amor exótico, ahora entre humana e híbrido alienígena, que se enamoran y deben luchar contra la imposibilidad de poder estar juntos y que al final vivirán felices para siempre. Algo que seguramente va a entretenerme muchísimo pero que de allí no va a pasar.
Por cierto, muchos elementos de la narración me hicieron evocar escenas tipo animé.
De todos modos, tal vez hagan falta giros en la historia. Todo es terriblemente predecible y común, como lo que se está viendo y escribiendo hoy en la actualidad, que pasa y pasa con gran buya, pero después se olvida y no trasciende. No digo que esté mal. Si bien, personalmente no me gustó, veo en la autora un gran potencial, pues narra muy bien y atrapa al lector.
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