11 marzo 2012

Cola de León


Por Miranda Navas

Tener clases con ese catedrático es un realmente tedioso. Habla, habla y habla sin parar. Dice lo mismo un millón de veces y de 40 formas distintas. Después de hablar por media hora acerca de algo relevante a la clase, pasa una hora hablando de su vida.
Como siempre, termino perdiendo el hilo de lo que trata de decirnos. Estoy aburrida y si tan solo no fuera de esos catedráticos que te da un sermón de la importancia de no salirse de la clase, porque podríamos “perder información importante”, me hubiera salido hace 30 minutos.
Detesto esa clase.
Jugar con el lapicero y hacer garabatos en mi cuaderno dejó de entretenerme hace 15 minutos. Volteo la mirada hacia la ventana. Estando en el edificio M, mi clase tiene vista al parque de la universidad. Por poco emocionante que sea, ver las personas caminar hacia sus carros es mucho más entretenido que escuchar atentamente a ese catedrático.
Es de noche y no falta mucho para el receso. Veo mi reloj y al ver que me he engañado a mi misma y falta muchísimo para el receso, vuelvo a mirar por la ventana. Todavía hay bastantes carros en el parqueo, pero se ve desértico. No hay nadie caminando por ahí, todos han de estar en clases.
Una sombra cruza mi vista a una velocidad desconcertante y pegó un brinco del susto.
A la distancia una sombra se movía y saltaba de auto en auto, escondiéndose en la oscuridad. Un escalofrío recorrió mi espalda y me paralicé en mi escritorio. No noté la bondad del catedrático al dejarnos salir temprano hasta que una amiga me sacudió.
-Venga, vámonos- me dijo.
Al despedirnos del catedrático, el licenciado pidió hablar con mi amiga. Con un ruego me dio las llaves de su auto para que fuera a traer su libro para la próxima clase. Estaba, según ella, en el asiento delantero.
Caminé con rodillas temblorosas tratando de tranquilizarme de que aquella sombra que había visto en el parqueo era puramente producto de mi loca imaginación. Ya me había pasado antes y no había motivo para creer otra cosa. Su auto, el último del parqueo, estaba bastante alejado y poco iluminado. Me dieron escalofríos nuevamente y apresuré el paso.
Metí la llave en la cerradura cuando escuché un golpe seco y se me heló la sangre. Levanté la mirada y en el techo del auto había un joven. Con la cabellera rubia casi hasta los hombros, dándole un aspecto leonino y feroz. Tenía una sonrisa torcida que mostraba un colmillo afilado. Lo más aterrorizante, sus ojos.
Uno azul como el cielo, otro de un marrón oscuro. Me paralizaron y me pusieron la carne de gallina con su mirada tan penetrante. Inclinó la cabeza, tal como haría un gato observando curiosamente a su dueño. La inclinó hacia el otro lado y se aproximo hacia donde yo estaba.
Dejé escapar un gritillo de terror, que apenas si podía escucharse con lo rígida que estaba y el nudo en mi garganta. Alzó su mano y me cubrió la boca.
-Miau, no grites- bufó.
De un salto bajo del techo del auto y se irguió  frente a mí. Fue entonces que noté la cola, una cola rubia que se movía de lado a lado, como la de un gato. Entonces me dio la vuelta y me apretó contra su pecho.
-          Si prometes no gritar, te dejaré ir- me dijo con un tono burlón. Asentí con la cabeza mientras temblaba de pánico.
Lentamente dejo de cubrirme la boca y de mis dedos me arrebató las llaves. Me empujó al asiento trasero y se montó el asiento del piloto. Encendió el motor a prisa y aceleró fuera del parqueo.
-          Déjame ir, no le diré a nadie que te he visto!- supliqué, tratando de abrir la puerta pero estaba cerrada con llave.
-          No, no, no haré semejante cosa- me dijo. –Eres la excusa perfecta para que dejen de atacarme con esos odiosos dardos. Tendrán miedo de lo que esas malditas drogas te harán a ti-
-          ¿De qué estás hablando?- pregunté, mi curiosidad superando mi deseo de escapar.
-          Tu tonto gobierno me ha tenido encerrado en una celda por demasiado tiempo, ¡no soy un juguete con el que puedan experimentar cuando se les de la gana!- exclamó con cólera, rugiendo gravemente.
-          Estoy harto de ese laboratorio y no me harán regresar- exclamó.

Lo observé anonada. Experimentos, laboratorios, el gobierno, todo parecía sacado de una película de Ciencia Ficción que no había tenido tiempo de ver.
-          ¿Qué eres?- pregunté con manos temblorosas.

El joven levantó la mirada y me miró fijamente por el retrovisor. Sonrió, nuevamente enseñando sus colmillos.
-          Esa no es la pregunta correcta- dijo sarcásticamente. – Deberías preguntar QUIÉN soy, no qué. Tal vez seré un leónida pero también soy hombre- dijo entredientes.
-          ¿Quién eres?- pregunté cautelosamente, temiendo enfadarlo aun más.
-          Soy Leo- respondió, con una risa irónica.
-          Qué vas a hacer conmigo?- pregunté temerosa.
-          Nada malo, cariño, eres mi boleto a la libertad- la sonrisa en su rostro me helo la sangre, pero extrañamente al verlo a los ojos, me tranquilicé. Había algo en ellos que le daba cierta bondad a las palabras venenosas que salían de sus labios.

Había escuchado noticias, visto los reporteros hablando acerca de un robo en una sede del gobierno poco conocida. Algo acerca de experimentos, que había un fugitivo. Mostraron un bosquejo de su rostro, no muy parecido a la realidad. La descripción era bastante específica y nadie coincidía. No pensé que perdería mi ultima clase del día, di que terminaría en la parte de atrás de un coche con aquel fugitivo. No pensé que fuera a pasarme eso, que me volviera parte del reportaje y me volviera un rehén de ese fugitivo. Pero tampoco pensé que conocería a Leo y conocería realmente lo que era un leónida…
Continuará.

1 comentario:

JuLio Urízar dijo...

Este texto se me hace un poco a Si-Fi rosa, no sé si eso exista pero me suena un poco a literatura, perdón la expresión, un tanto, o mejor dicho, muy utilizada. La narración está bien escrita, tal y como hoy po hoy a la gente le gusta leer, algo rápido y que se coma en dos bocados. Obvio me gustaría saber qué pasaría después, pero seguramente sería la misma historia de amor exótico, ahora entre humana e híbrido alienígena, que se enamoran y deben luchar contra la imposibilidad de poder estar juntos y que al final vivirán felices para siempre. Algo que seguramente va a entretenerme muchísimo pero que de allí no va a pasar.
Por cierto, muchos elementos de la narración me hicieron evocar escenas tipo animé.
De todos modos, tal vez hagan falta giros en la historia. Todo es terriblemente predecible y común, como lo que se está viendo y escribiendo hoy en la actualidad, que pasa y pasa con gran buya, pero después se olvida y no trasciende. No digo que esté mal. Si bien, personalmente no me gustó, veo en la autora un gran potencial, pues narra muy bien y atrapa al lector.