30 marzo 2012

Ganando Cielo

Por María Fernanda Sandoval
 
¡Mama! -Llegó gritando Juan  García a la casa- ¡Se les cayó el anda en plena procesión!

Doña Choya, como la llamaban en el pueblo, por la evolución Sofía-Chofa-Choya y por sus sesenta y pico años de edad, reía con las invenciones de Juan, el menor de sus hijos. ¡Pero que se metiera con las procesiones! Con las sagradas procesiones de su Jesús Sacramentado, de su Cristo bondadoso, de su Señor de los Señores.  Eso para ella era materia delicada. No le importó la cuarentena que tuvo que pasar en el hospital Carmelita cuando Juan le regaló ese misterioso perfume atrae abejas sabiendo de la alergia de ésta. Doña Choya se divertía viendo a la muchacha colorada e hinchada tratando de explicar por qué había dejado de ser novia de su hijo. Tampoco le importó la finísima escuela de perros parlantes, el negocio más fructífero que su hijo había tenido, recogiendo los chuchos de las calles y haciéndole creer al pueblo que eran ellos los que habían logrado ahuyentar a la Llorona; después de todo, los espantos también se espantan y la mujer fantasma en su eternidad de vida nunca había escuchado un perro hablar. Es más fue la misma doña Choya quien defendió a su hijo en tribunales, y ganó el juicio argumentando que la Llorona no se aparecía más por el pueblo, ya fuera por el pacto de ésta con Juan y el diezmo obligado a pagar por todos los habitantes del cual a la mujer espanto le tocaba la mitad, o ya fuera por la sofisticada mentira de la escuela de perros parlantes. Su hijito había logrado traer la paz en las noches de tiniebla, y eso era más de lo que nadie había hecho. Pero que se metiera con las procesiones, eso sí no. No con ella, que más que nada en su vida, quería ganarse el cielo. 

¿Que decís Juan? -le gritó a su hijo mientras le tiraba la paleta con la que estaba moviendo el almuerzo.- Mirá que las bromas con Chusito no se aceptan en ésta casa, el maligno anda presente y quiere hacerte cosas malas. Y te lo dice esta vieja negra que ha parido y dado de comer a vos y a tus veintitrés hermanos. 

Es verdad, viejita linda. -le respondió Juan mientras se persignaba tres veces- Se lo juró por ésta, mire. Se les cayó el Anda, a todos los cucuruchos. Fue como si todos se hubieran puesto manos aguadas al mismo tiempo. Por la valentía de mi papa que ya pronto va volver victorioso de la guerra contra los chafas. Por lo que usted quiera, se lo juro. 

A Doña Choyita se llenaron los ojos de lágrimas, como siempre que se mencionaba su valiente esposo. Que treinta años antes se había ido a pelear por los pobres, y que pronto regresaría, aún y contra las burlas del pueblo que la tildaba de loca porque no conocían a sus suegros, ni a sus cuñadas y no sabían que lo que distinguía a la familia de su esposo, es que no sabían morir. La gente los tachaba de brujos y chamanes y es obligaba a los pobres a cambiar constantemente de pueblo, todo por no haber aprendido a morir. 

Te creo Juanito -dijo después de dos horas de lágrimas Doña Choya- vamos a ayudar a levantar el anda. Que me viene bien un abonito a mi ganada de cielo.

26 marzo 2012

8° Descenso

8° Descenso
Realismo Mágico

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Volvamos, exploradores,  a hacer de lo mágico nuestro diario vivir.





*Imagen tomada de eltriangular