Por Clauda Susana López Flores
25
de marzo de 1934
Y
otro día más que se pasa y yo sigo aquí metido en la cocina. ¡Siempre es lo
mismo! A las 4:30am escucho la voz de mi madre diciendo que es hora de
levantarse, quisiera seguir durmiendo pero no se puede, tomo una ducha y el
agua como siempre helada al punto de hacerme temblar, me dirijo al comedor
donde se encuentra el típico desayuno, en ese momento me doy cuenta que ya voy
tarde al trabajo, dejo el desayuno a medias, me cepillo y me monto en mi
bicicleta, me topo con la vecina de siempre, en la esquina el senil anciano
está sentado donde me imaginé que se encontraría, me pregunto a quién estará
esperando, sigo mi camino, las calles de Nueva York están llenas de gente que
camina apresurada al trabajo, saludo a mi amigo Tom, quien ya tiene en la mano
el periódico del día, por fin llegó al trabajo, mi jefa Jenny esta parada en la
entrada esperándome con cara de enojo, ya que sin el chef no puede abrir la
cafetería y empezar a atender a las personas que llegan por su desayuno. A
penas son las 6:00 am y ya siento que me hago en un mar de aburrimiento. Mis
compañeros de cocina, esperan mis órdenes para empezar a trabajar, mi mano
derecha está medio dormida, cosa que no me extraña, pero lo importante es que
ya tiene todo listo para comenzar con las primeras órdenes del día. Panqueques,
huevos revueltos con esto, huevos revueltos con esto otro, estrellado, frijoles
fritos, avena… los platos pasan frente a mí al igual que mi vida. En la cocina
no se escucha más que la conversación de los sartenes con las espátulas, los
cuchillos con las tablas y más de algún susurro que se escucha entre las
chicas, se que pronto empezará mi programa de radio favorito, así que me dirijo
a la esquina de la cafetería donde se encuentra la radio, la enciendo y
sintonizo, anuncian la hora 11:00am hay que prepararse para la hora del
almuerzo, la parte más estresante del día, y como no era extrañarse la elegante
mujer cruza la puerta, se pone cómoda en la misma silla, mira por la ventana y
pide lo de siempre, lee el periódico, realiza la llamada justo a las 11:45am,
ni un minuto antes, ni un minuto después, los primeros días que se apareció por
la cafetería todos creíamos que era una espía y que estaba vigilando a alguien,
pero con el paso de los años, se volvió como parte de nosotros, a las 12:30pm
se levanta y se va, empieza a entrar la gente, la silenciosa cafetería empieza
a llenarse con relatos provenientes de las distintas mesas, al inicio era
increíble ver como en cada mesa sucedía algo distinto, pero ahora me doy cuenta
de que las historias apenas y varían cada día. Me impresiona ver lo lento que
corren las agujas del reloj, si tan sólo existiera la manera de hacer que el
tiempo pase más rápido. A las 3:00 pm la cafetería está tranquila de nuevo,
pero yo sigo aquí viendo como todos entran y salen por esa puerta, el hecho de
pensar que faltan 5 horas para irme, hace que me deprima, pero de pronto
escucho algo en la radio, si tiene que ser Lester Young, el mejor jazzista del
mundo, en este momento mi día se alumbra, todo empieza a tener sentido y
empiezo a recordar el por qué estoy aquí, mi sueño sigue ahí, pero si no
trabajo no podré tener el dinero suficiente para comprarme el saxofón que tanto
anhelo y jamás podre pertenecer a una orquesta de jazz como las de Woody
Herman, mientras cocino, comienzo a soñar con la vida perfecta, sueño que estoy
en el mejor club de Nueva York tocando junto a Lester Young, tocamos durante
horas y las personas nos adoran, luego nos sentamos a platicar sobre el arte y
otras cosas interesantes de la vida, saco mi pipa y ¡pasó la mejor de las
noches junto a Lester Young! De repente anuncian de nuevo la hora en la radio
7:30pm y me doy cuenta de que sigo en la cafetería y que mi sueño aun no se
hace realidad, comenzamos a limpiar todo y a recoger nuestras cosas para poder
abandonar la cafetería. Al salir, el aire me despeina, pero no importa ya
siento la libertad de las calles, tomo mi bicicleta y me dirijo a casa, la
ciudad como siempre luce hermosa, pero eso ya no me provoca ningún sentimiento,
durante mi ruta observo lo de siempre, un perro escarbando la basura, gente
caminar de un lado a otro, música fuerte en la misma calle, paso frente al club
en el que un día tocaré mi saxofón y comienzo a soñar de nuevo. Llegó a casa mi
madre me tiene lista la cena, pero lo último que quiero ver es comida, así que
me dirijo a mi habitación, cierro la puerta, enciendo la radio y comienza a
sonar las mejores canciones de jazz que alguien pudo haber escrito y así es
como termina mi día, me acuesto en la cama y duermo pensando en que algún día
seré el mejor saxofonista que el mundo puede ver.
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