29 octubre 2011

Sueño de una vida

Por Francisco Juárez

Sueño de una vida


“Revoloteaba alegremente; era una mariposa muy contenta de serlo. No sabía que era Chuang Tse. De repente despierta. Era Chuang Tse y se asombró de serlo. Ya no le era posible saber si era Chuang Tse que soñaba ser una mariposa, o era una mariposa que soñaba ser Chuang Tse.”

Chuang Tse.

No te puedes poner de pie, ves tu ventana, recostado en esa cama que te sujeta fuertemente, el sol entra fuertemente e ilumina la habitación, un viento cálido se hace notar trayendo aromas a fruta y verano, ese olor seco. Puedes sentir como todo tu cuerpo suda, puedes escuchar los sonidos de las personas que caminaban frente a tu casa, el leve murmullo de los vecinos a través de las paredes, los automóviles yendo y viniendo, el ave cantando, o tal vez gritando por el calor, por el agua, por la lluvia que se ha ausentado ya por tanto tiempo, o al menos eso parece.

Puedes escuchar tu voz, pero solo en tu mente, en tu corazón claramente sientes la tesitura de tu voz, el grave sonido que llega al pecho y que no sube a la garganta, que no sale libre al mundo, y recuerdas como de niño gritabas -mami te quiero tanto- y los brazos de tu madre rodeándote fuertemente, protegiéndote, necesitándote tantas veces, y tu jugando en las calles junto a tus amigos, bajo el mismo sol que ahora solo pasa saludando por tu habitación.

Hormigas, ¿cuántas?, una, dos, cinco, dieciocho... -¡he visto toda una ciudad de hormigas mami! -; recuerdas los juegos de niño, pasabas tantas horas viendo como las hormigas construían sus túneles, cargaban su alimento, o viendo el cielo, un ave, escuchando la lluvia caer. Y ahora todo es difuso y nostálgico, ahora recostado, tanto tiempo recostado, y apenas mueves los ojos, apenas ves pasar los años desde la habitación y recuerdas, vives para recordar, vives para olvidar. Todo se llena de luz por la mañana, y el sol recorre los rincones de la habitación y se pierde por la tarde, y todo se oscurece nuevamente, -apenas si se diferencian los días- piensas, tu voz ¿cómo será tu voz ahora que eres adulto?, grave, seca, al menos tu voz interior no te es indiferente, te sientes orgulloso, la imaginas melódica, -podría cantar en un coro- piensas. Un día más.

Solo el sol entra en tu habitación, extrañas que alguien te hable, extrañas sobre todas las cosas las voces de tus amigos, de tu familia, aquellos -te quiero-, aquellos -ven que la comida está lista-, y el viento sopla, parece que todo fuera un sueño, sí, solo un sueño, mejor cerrar los ojos e imaginarse en otro lugar donde puedes caminar libremente, pero no puedes, el sol lo llena todo, hasta los sueños, el viento entrando por la ventana, un día nuevo.

-¿Qué color tendrá mi cabello?- te preguntas, y permaneces en silencio en tu mente, como esperando que alguien te conteste, pero el silencio lo inunda todo ahora, poco a poco comienzas a sentirte cansado, lentamente cierras tus ojos y te ves a ti mismo, en la misma habitación, lentamente comprendes que estas soñando, puedes levantarte, y tu cuerpo, el cuerpo de niño que tanto habías recordado está allí, frente al espejo, sales de tu cuarto y ves a lo lejos la silueta de tu madre en la cocina, yendo y viniendo como lo solía hacer en aquellos días tan lejanos ya.

No te invade la nostalgia, al contrario, te llenas de júbilo al verte rodeado de aquellos fantasmas que te entregan de nuevo las llaves de una vida que había terminado, corres hacia la calle y ves el cielo, ese cielo azul y alto que deja al sol bañar todo cuanto es posible divisar, sientes el calor sobre tus manos y corres, ves a los amigos y los saludas como siempre, y la alegría inunda tu alma al ver el parque, la tienda, el viento moviendo tu cabello de un lado a otro, levantando el polvo, moviendo tu ropa, y tu corriendo simplemente de un lado a otro, cual cometa por el cielo, siendo libre nuevamente, en el sueño. Olvidar, sí, tu alma cedió ante la ilusión, pero todo se fue perdiendo, poco a poco, al oír la lluvia caer, al abrir nuevamente los ojos y estar en tu habitación, y reconocer un cuerpo más grande, unos ojos más pesados, reconocer que todo fue un sueño, y que el tiempo ha pasado, intuir que tu casa está vacía, pues hace años que no escuchas sonido alguno, solo, sí, viviendo en esa habitación sin cuidado alguno, sintiendo el verano, el viento y ahora la
lluvia, meses nuevos.

¿Qué pasa cuando cae la noche? ¿Quién cierra la ventana de la habitación? –hace mucho frío- piensas, todo se vuelve oscuridad, y parece que un sueño nace como una burbuja dentro de una gran masa de agua, una burbuja flotando a la deriva, esperando explotar y diluirse nuevamente en la vasta profundidad de su materia, cerrar los ojos es dejar de ser, encontrar un sentido a la vida detrás de una cortina densa que simula ser la realidad, cerrar los ojos es abandonar la vigilia, aquello que muchas veces parece menos veraz, cerrar los ojos es soñar que se deja de soñar, sí, cerrar los ojos es volver a caminar, es escuchar las voces de un hogar habitado, es sentir la urgencia de existir entre las sombras que alguna vez estuvieron a tu lado, cerrar los ojos es soñar y dejarse ir, es ver cómo se mueve el cuerpo con el viento, y dejar ir la vida sin saberlo, soñar para
siempre, soñar que todo es un sueño, cerrar los ojos mientras tu madre corre a tu encuentro, con los brazos extendidos, mientras tu cuerpo cae inerme, mientras tus recuerdos se acumulan de golpe ante tus ojos cerrados, soñar es padecer cada noche la ilusión de existir sin conocerte, porque en el sueño eres otro, eres el que puede caminar, eres el que aun está vivo, mientras que del otro lado del ocaso lloran tu ausencia, mientras desconoces la realidad del dolor, soñar es continuar viviendo.

Abres los ojos nuevamente, y ves la luz de la mañana, ves el viento que mueve la cortina de tu ventana, -¿todo fue un sueño?- te preguntas, el sol pega contra tu rostro y nubla tu mirada, el  viento trae su aroma con olor a duraznos, el viento que entra por tu ventana, una ventana que acaba de ser abierta, tu rostro voltea, tus ojos ven, tus brazos se mueven, tus oídos escuchan – hijo, ya es hora de ir al colegio- ¿estás soñando nuevamente? ¿Has despertado ya de una noche muy larga? ¡Qué importa ya!, los brazos de tu madre se extienden y arrastran tu cuerpo al borde de la cama, entre tus plantas y el piso helado existe un abismo plantado por un sueño, dejas tu cuerpo caer, y ¡puedes caminar!, y te lanzas a la vida, porque cada paso es vida, porque cada paso es un reto, porque cada paso es luchar por no dejar de soñar, sí, el viento sopla a tu favor, pues empuja tus pasos, ese viento que entra por tu ventana ahora te pega de espaldas, y tienes a tu madre tan cerca que no temes caer, eres un niño apenas, eres un niño que sueña que del otro lado del ocaso eres un adulto, eres un adulto que sueña con una niñez que ha perdido, ¿qué importa quién es el soñador y quién es el soñado si puedes caminar?, si tienes pasos que dar, si al abrir la puerta de tu habitación encontrarás un –te quiero-.

2 comentarios:

JuLio Urízar dijo...

Me siento especialmente identificado con tu texto. Y es que uno se pregunta por qué a veces pareciera que saber, conocer, crecer se tiene que pagar con la pérdida de la ilusión, el sueño, el sentido de la maravilla. Y sólo te queda nostalagia. A veces pareciera que sólo eso es lo que queda...
Por otro lado me gustaría ver todo esto en un personaje más elaborado, es decir, en un cuento que englobe esta nube de pensamientos y recuerdos con el tratamiento de un personaje, un problema, una acción, una atmpósfera, un cuento en sí. Sería interesante. Me gusta que se halla contado desde la segunda persona, te separaste del "yo" y aunque el "yo" esté allí, no sé, se nota un esfuerzo por despersonalizar el cuento y experimentar con una tecnica distina.

Carlos dijo...

Muy buena puesta en la escritura de momentos que todos pasamos, muy existencialista pero invita a pensar de forma distinta cada momento que se vive!!