28 octubre 2011

Mi locura por él

Por Domenica Valladares


Parada en el centro del evento. Mi mente estaba en blanco. Todos me gritaban con el alma, ya que nadie se atrevía a decir ni una sola palabra. Sus corazones me decían: "¿Cómo pudiste?", "Él te amaba tanto, confiaba todo en ti", "Él daba su vida por ti". Bien, pues de hecho lo hizo.

Nadie me quería escuchar, nadie comprendía mis razones o motivos. Todos en los que alguna vez confié me miraban con ojos de odio, repudio y desprecio.

Sólo una mano amiga, su hermano. Yo también lo consideraba como mi hermano. Él me dijo: "Tranquila, yo lo sé, entiendo porque lo hiciste, entiendo que todos te odian ahora, yo lo haría de no ser porque te conozco y te amo".

Entonces miré abajo, y un silencio refundió mi alma. Sus ojos estaban clavados en mi mente. Las personas no sabían que él me lo había pedido, antes de la hora me dijo: "duele, pero sigo aquí sólo por ti, quiero tu felicidad". Pero él desconocía que yo no soportaba verlo así, engañado por la vida y agonizando, aunque sonriera, pues lo amaba mucho como para verlo sufrir. Hice lo que tenía que hacer, tomé su mano, me despedí y el veneno hizo su trabajo. Fue muy rápido y dolió menos de lo que le hubiera dolido vivir toda una vida, o lo que restaba de ella, con cáncer.

Con su cuerpo en el piso, me agaché y lo tomé entre mis brazos y allí me quedé hasta que todos se preguntaron dónde estábamos.

No me importaron las consecuencias de mis actos, yo sabía que iría a un lugar mejor. ¿Cómo no iría a un lugar mejor? él fue el mejor hombre que haya conocido, estaría de ahora en adelante sin dolor, sin penas de dinero, sin presión de su familia... sin mí. Ya no toleraba la mirada de los demás. Todos sufrían su pérdida y me miraban a mí tan tranquila y en paz, me odiaban.

Una lágrima rodó por mi mejilla derecha, puse mi mano en mi pecho y lo dejé ir. Su hermano tomó mi rostro y me dijo: "Lava tus manos y alístate, pronto vendrán por ti, pagarás las consecuencias de tus actos en este
mundo, pero estaré con tigo, pues es lo que él hubiera querido, hermana mía".

La única consecuencia que me podría atormentar en éste momento era ese sentimiento de culpa que me decía, no pudiste aguantar el dolor con él, no pudiste correr tan lejos como su fuerza y te quedaste atrás, aun cuando él hubiera corrido con tigo hasta el fin del mundo. 

Toda la historia inicio con el puro destino de la vida. Nuestras vidas se cruzaron por nuestros amigos. Mis mejores amigos eran los suyos, y así lo conocí, así supe su nombre y ese nombre se convirtió en una de las cosas más importantes para mí. 

Desde la primera vez que me habló la química inició, se hizo mi mejor amigo y yo la suya. Todo fue tan natural y rápidamente no enamoramos. Él me enseñó lo que era el amor. Juntos crecimos mucho y nadie nunca esperó que las cosas terminaran así. 

Nos casamos después de finalizar nuestros estudios y todo parecía tan perfecto a su lado. Nunca importó cuántos problemas tuviéramos, el amor nos sacaba adelante y siempre con una sonrisa. Sin embargo yo no estaba preparada para lo que sería el infierno en vida. 

Estábamos cenando una noche, tan bella como todas las demás, y su cuerpo empezó a temblar, me dijo que todo estaba bien y que no pasaba nada, pero un poco después cayó en el suelo y empezó a gritar del dolor. Mi reacción fue el pánico, yo no sabía que pasaba, no sabía qué hacer.

Me dijo lo más tranquilo que pudo: “ve a traer las pastillas que están en mi mesa de noche”. Fui corriendo por ellas, probablemente fue el recorrido a mi habitación, más largo que jamás haya tenido en toda mi vida. Después de habérselas dado y ya que se había tranquilizado vino mi pregunta: “¿Qué fue eso? La respuesta me devastó, me devastó muchísimo más que mi esposo me hubiera ocultado algo de tanta magnitud por tanto tiempo, y aún más, el hecho de que yo no lo había notado. 

Bien así inició MI lucha contra el cáncer, ya que él venía luchando desde hace ya 1 año. No me lo dijo en ese tiempo porque “no quería que yo me estresara”. Es cierto, tenía problemas en el trabajo. Mi familia, mis hermanas y mis padres no eran la mejor familia del mundo, de hecho, todo lo contrario. Sin embargo él siempre fue mi más grande apoyo, y me partía el alma no haber hecho lo mismo por él en todo el año de lucha. Pero ya no podía hacer nada por ese tiempo perdido, así que decidí hacer lo mejor que podía.

Y así fuimos tomando el día a día, las cosas no se pusieron mejor. Mi mente estaba en blanco cuando me mostró todo el panorama de su enfermedad y lo que distintos doctores le habían dicho. Era cáncer hereditario y era algo muy extraño, ya que él era una persona joven y activa. 

Cada mañana agradecía por la vida, y cada noche pedía para que hubiera un mañana. Eran noches infinitas de desvelo, cuidándolo, viéndolo sufrir, sintiéndome completamente impotente e incapaz de hacer algo. El dolor era cada vez más intenso, y cada día yo lo amaba más pues a pesar de todo, cuando me miraba a los ojos una sonrisa aparecía en su rostro. 

Mi corazón no soportaba ni toleraba verlo sufrir así, y él que sólo deseaba que yo fuera feliz, mientras que yo sólo deseaba que su dolor parara. Supongo que no era el deseo más adecuado, pude haber deseado su paz, pude haber vivido mi felicidad compartiéndole un poco a él e ignorando el dolor, pero simplemente era imposible. Era tan insoportable que cada vez que lo veía y escuchaba gritar una furia y enojo se apoderaban de mi corazón, tan grandes que lo único que me quedaba era reclamarle a Dios por lo que nos hacía pasar. No comprendía, él era un fiel católico y jamás hizo daño a alguien, que luego no remendara. No entraba en mi cabeza ¿Por qué a él precisamente le tenía que pasar esto?, con tantas personas malas en este mundo y a la más noble le da la enfermedad más despreciable.

Increíblemente, en mi borde a la locura completa, realicé el acto más despreciable del mundo. Envenené a mi esposo, al ser que yo más amaba, por quien yo daba todo, no me importó la idea de pasar el resto de mi vida en prisión o sufrir la condena de muerte, pero al final yo sólo quería traerle paz.

Dime, en mi lugar, ¿Qué habrías hecho tú?

5 comentarios:

Carmen Ovalle dijo...

Creo que muchas personas hoy en día sufren de esa forma descrita en tu historia, no puedo ni imaginar lo difícil que ha de ser pero creo que ella debió fortalecerse en Dios, como lo hizo su esposo que era un fiel católico. La esperanza con fe fortalece.

Carmen Ovalle dijo...

Creo que muchas personas hoy en día sufren de esa forma descrita en tu historia, no puedo ni imaginar lo difícil que ha de ser pero creo que ella debió fortalecerse en Dios, como lo hizo su esposo que era un fiel católico. La esperanza con fe fortalece.

Claudia Solares dijo...

Uno de los dolores más fuertes es el perder a alguien que se quiere mucho. En cierta forma me hizo recordar algunos sentimientos que tenía del pasado. Muy bonito relato!

Andrea Sandoval dijo...

Para mi, tu historia significo lo devastador que puede ser este enemigo silencioso como es el cáncer el cual no discrimina y afecta a cualquier persona en cualquier parte del mundo, sin embargo, me hizo reflexionar sobre los diferentes métodos que cada persona tiene para prolongar su vida.
En este caso la muerte fue la mejor opción, pero para la mayoría son los innumerables tratamientos dolorosos y agotadores para perdurar la vida, y la minoría tratan de pasar su últimos días felices y viviendo su vida al máximo.

Mafer Del Aguila dijo...

Tengo que decir que es un ralato muy lindo, lleno de sentimiento.
Me parece muy valiente la decision que tomo la esposa y un tremendo acto de amor, aunque no creo haya sido la mejor desicion. Ella se fue por el camino facil, talvez fue precipitada, debieron haber luchado juntos de la mano de Dios.