30 octubre 2011

“Cuando una persona no sabe hacia donde va, cualquier camino es el correcto”

Por Carmen Ovalle

Hace algunos siglos vivió un niño llamado Beb, quien era un príncipe que vivía en un inmenso castillo. Su padre era un rey autoritario, que le gustaba que la gente hiciera su voluntad y lo alabara como a un dios.

Beb, era igual a su madre. Bueno, sincero, amoroso y fiel. Muchas veces se sentía presionado por su padre pues sería algún día el heredero de la corona y el rey deseaba que fuera igual a él. Pero Beb tenía otros ideales, metas en su vida distintas a tomar un reinado y someter al pueblo como su padre.

Pasaron los años y llegó el día en que su padre le entregaría el reinado, pero él debió en ese instante tomar una gran decisión: Reinar o convertirse en el médico que toda la vida quiso ser. Estaba confundido pues si no reinaba traicionaría a toda su familia, pero si lo hacía viviría infeliz por el resto de sus días. Beb tenía metas por las cuales deseaba luchar, y la decisión tan grande que debía tomar repercutiría para toda su vida.

Una noche salió al jardín del castillo y miró al cielo pensativo en su decisión. Miró las estrellas y esperaba que alguna de ellas le dijera cuál era la decisión correcta. Necesitaba sabiduría para discernir qué era lo correcto, para transformar sus deseos en acciones lo más pronto. Pero, ¿Cómo podía alcanzar esa sabiduría?

Observando el cielo recordó que cuando era pequeño su madre le dijo que la sabiduría no la obtendría de los conocimientos plasmados en los libros sino que debía confiar y creer en Dios. Corrió dentro del castillo y comenzó a llamar a su madre y cuando la encontró al fin le preguntó qué debía hacer para creer. Su madre le dijo que tocara su pecho y sintiera los latidos de su corazón y le dijo que ahí estaba Dios quien tenía un gran amor.

Pobre Beb, lejos de quedar resuelta su duda se encontró con otra más grande - ¿Y qué es el amor?-se preguntó. Su madre le dijo que era algo grande que lo haría actuar en bien de los demás. Aún más confundido regresó al jardín y pensó en aquellas cosas que eran buenas para los demás. Al ver las estrellas brillar pensó que si era tolerante, solidario, honesto y justo podría brillar como esas estrellas e iluminar la vida de las personas. Lo cual sería bueno para ellos.

Y pensó que eso lo lograría siendo un gran médico, ¿pero sería feliz y viviría tranquilo al traicionar así a su padre? Entre tanto tormento Beb se sentó debajo de un árbol y se quedó dormido. En sus sueños lo visitó un pequeño ser que llevaba una alas enormes que brillaban y le dijo que debía ser libre, libre como él que podía vivir volando y brillar. Luego de ello el príncipe despertó y vio el sol, el día tan bello, las aves y las flores y sintió una paz enorme al haber encontrado la respuesta a su gran confusión.

Él sabía que debía luchar por su meta, el punto al cual deseaba llegar. Que era la que lo guiaba hacia qué camino seguir en su vida. Decidió ser libre e ignorar todas las críticas destructivas de su padre que lo hacían sentir inseguro para ser libre. Deseaba ser en su vida como ese ser que lo visitó en sus sueños sentir que
tenía esas alas enormes y poder volar cumpliendo con los deseos de su corazón sin olvidar el amor.

Decidió por lo tanto ser médico, enfrentar a su padre y llevar un estilo de vida donde lejos de reinar a un pueblo reinara el amor, la felicidad y enfrentar los problemas como desafíos. Al decirle a su padre la decisión que había tomado, por un momento el rey calló. Pero luego le abrazó fuertemente y le dijo que fuera feliz.
Esa acción le demostró a Beb que el amor está por encima de todo y que su padre lo amaba tanto que lo dejaba ser libre.

Beb, con esa felicidad enorme y los valores bien cimentados que su madre le había dado fue el médico más grande y exitoso de esa época. Logró brillar como las estrellas, y tener esas grandes alas con las que voló haciendo realidad su sueño.

Fue un gran ejemplo en su sociedad pues fue consciente de su realidad tanto individual como colectiva y contó con valores sólidamente cimentados, lo cual desembocó en el éxito personal y lo hizo sentirse satisfecho de reinar no unpueblo sino su propio ser.


Comentario:
Hoy en día nuestra sociedad está enferma por la injusticia, desigualdad e indiferencia. Dicen que los jóvenes somos el futuro de nuestro país, y cada decisión que tomamos HOY son los cimientos para el MAÑANA. Por eso debemos saber cómo tomar las mejores decisiones.

2 comentarios:

Dome dijo...

Me gustó mucho la historia, es de aquellas que te hacen reflexionar con situaciones totalmente distintas pero muy aplicables a nuestra vida. Solamente una duda, ¿Tú la escribiste? creo que si, pero como tu comentario esta aparte me confundí. Muy bien!

Carlos dijo...

Es muy probable que hayas escrito la historia, plasma una realidad muy normal en nuestros tiempos, la ambientación estuvo excelente, lograste que el entorno contextualizara perfectamente la situación del príncipe y tiene mucho que ver con lo que sucede hoy en día con muchos jóvenes. Dicen que el éxito de un escrito es que se quede en la memoria del lector por algún tiempo y este definitivamente lo hace e invita a la reflexión!