08 abril 2012

Realismo Mágico

Por Carlos Vásquez

La oscuridad comienza su lenta agonía, las hadas recogen diligentemente el polvo de estrellas que le dieron brillo a la penumbra nocturna. Los seres noctámbulos se apresuran para terminar sus últimos menesteres mientras la más tardada de las hadas recoge lo último de polvo estelar. Cual mensajeros fugaces la caballería de avanzada de brillantes y dorados trajes hace su entrada como preludio del vencedor invicto que una vez más y como de costumbre se impone al reino de las sombras. Entonces el mundo presencia el nuevo nacimiento del majestuoso rey del cielo, dador de vida y bienestar. Entre tanto en los dominios perpetuos del mar, un grupo de grises bombarderos comienza a desplegarse para hacer su ataque en los valles y ciudades donde el hombre trabaja arduamente. El acercamiento de la flota bombardera se anuncia con el tronar y saltar de chispas de su maquinaria, súbitamente comienza el infinito bombardeo de líquidos proyectiles que impactan en su terráqueo objetivo, impregnando de sus maravillosos regalos al suelo que paciente aguarda tan preciado insumo para dentro de sus fábricas transformarlo en la vida de sus plantas.

Terminado el ataque, el dorado gobernante asuma su rostro y envía de nuevo a sus cálidos caballeros a inspeccionar  lo que el ataque a dejado, viendo la gravedad de los daños benévolamente envía a sus tropas a evaporar los residuos y a cobijar a sus súbditos.

Una vez que todo está arreglado y en orden el rey de los cielos abandona su trono celeste y le presta su lugar a la elegante reina de la noche, quien agradecida ilumina tiernamente como caricia de madre a toda la superficie y sus habitantes mientras que las hadas espolvorean sus estelares especias que acompañaran a la emperatriz de la noche en su nocturna estancia.

Mágicos momentos que en nuestros días cuesta ver y esta ha sido solo una pequeña mirada surgida gracias a unos minutos en que se abandona la rutina y se busca entablar conexión con el alma del mundo y su lenguaje único.

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