Por María Fernanda Sandoval
Tiempo
después nos enteramos que esa noche en vela era culpa de él, y que si
nos había elegido tan grandes y oscuros entre tantos parecidos a
nosotros, tenía un motivo. Fueron varias las noches de desvelos, pero
la señora nos tenía guardados en el cajón. No tenía nada que ocultar. Si
su esposo regresaba tarde tendría motivos para hacerlo. Ella se quedaba
a esperarlo y lo recibía de madrugada no importando que tan tarde
fuera.
La noche que su esposo llegó bajó
efectos de alcohol, sin esperar a que "se le pasará la borrachera" como
aconsejaban sus amigos, lo supo... los motivos de tardanza no eran
válidos. Su esposo repetía la misma historia que su suegro muerto años
antes de cirrosis, un espectáculo en su medio, se enteraron todos y su
pobre suegra a les tuvo que explicar. Fue el chisme del año, ella no
podía repetir la historia. Más lo hizo y al día siguiente, por la
hinchazón de las lágrimas, empezó a usarnos. Los fines de
semana empezaron a ser días entre semana, y nosotros aparecíamos cada
vez más seguido. Los llantos en las noches fueron constantes y los
gritos se hicieron constantes, también.
Anoche sucedió, y parece que hoy no desparecemos a la mitad del día. Escuchamos el primer golpe, pero ella ni siquiera lloró. Se encerró en el cuarto mientras golpeaba la
puerta y logró dormir, no le importaba demasiado. Dijo gente no se
enteraría, y nos sacó del cajón, tan caros y glamurosos, como siempre,
todo seguiría igual de siempre.
En
la calle nos miran, más nadie se atreve a preguntar que hay detrás
nuestro. Un ojo morado, unas ojeras de espera y tantas lágrimas de
resignación. No importa, nosotros sabemos aparentar.
1 comentario:
Realmente es un cuento impactante y el final te quedó genial, porque es sorpresivo y si no fuera por el título, el efecto sería mejor pues nos toparíamos asombrados que nos están hablando unos lentes. Yo le cambiaría el título por uno que no hiciera referencia a los narradores. La historia no es nada nuevo pero el modo en que lo contás, a través de ir abriendo cajas chinas y darnos pequeños detalles sin explicarlos mucho de la vida de esta pareja, hacen que acumulemos esa información y reconstruyamos, al final del cuento, su miserable matrimonio. Contar eso a través de quien lo contaste es lo máximo. Personalmente me encontrado con muchas señoras que esconden debajo de los lentes los cuentazos de su marido. Y el hecho de que sea el marido el que la obliga a usarlos para "zafarse" en forma de regalito lujoso de "te amo, perdóname" refuerza la denuncia contra el machismo que intentás expresar. Gran cuento.
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