08 abril 2012

El cristo es otro


Por José Andrés Ochoa
-Publicación especial-


El calor aprisiona.
Mientras trato de minimizar mis gestos, sentándome frente al ventilador y jadeando recostado en el sillón, maldigo el intenso calor. Es así como en el invierno. Mientras en aquellas fechas de fin de año incomoda el tener que desempolvar chumpas, ahora me siento igual con el hecho de no saber si tener puesta una camiseta o no. El calor agobia.
En el este de Alta Verapaz es así. Las temperaturas se elevan, dando paso a que el polvo de las carreteras de terracería se adhieran al cuerpo con el excesivo sudor. Las vías –esas que ya tienen 10 asfaltos, según las promesas de mandatarios- muestran un auténtico calvario de Semana Santa. El vía crucis es ahora otro.
Quienes trabajan en el campo no conocen qué es un descanso por decreto de jueves y viernes santo. La verdadera pasión de Cristo se refleja en tener que caminar al costado de la carretera, mientras se lleva el machete al hombro –su cruz; al mismo tiempo que el polvo y sol aprisionan el cuerpo. Y sin embargo, en contraste a quienes insultaban a Jesús como un mentiroso, ahora quienes observan el hecho se expresan de otra forma. Es el silencio, la indiferencia, de ver cómo unos tienen que sufrir mientras mi preocupación es ver cómo me sirvo agua sin tener que caminar.
Las merecidas vacaciones a nuestras extensas y agobiantes jornadas educativas, en las que cargar un par de libros en la nueva mochila y aguantar el tráfico en el carro con aire acondicionado, seguro es excusa válida para que la Semana Santa sea eso: unas vacaciones justas y necesarias.
Ahora el Cristo es otro. Quien debe sufrir la pasión del siglo veintiuno es aquel que es atacado por la indiferencia. Y cuando intenta exigir igualdad e condiciones, al campesino se le ataca como un “terrorista” o “terco y necio”. Para que merezca mi resurrección y recuperar fuerzas para el trabajo y estudio, es otro el que debe morir en los campos arando la tierra para que en mi casa no falten los vegetales.
Mientras las quejas del inminente lunes se hacen notar por los cansadísimos veraneantes del Puerto, el campesino de Alta Verapaz, y de todo el país, ve cómo el lunes no es más que otro día en el que se repite la rutina. Más extenuante, más extensa y menos gratificante. Claro, más calurosa.
Pienso en que me tengo que levantar temprano para desayunar. Antes de, pienso que si aquel campesino que vi empolvado y asoleado en Alta Verapaz, tendrá qué desayunar.

1 comentario:

JuLio Urízar dijo...

Es una excelente reflexión de lo que es la "semana mayor" para muchos en realidad. Escribís muy bien en un estilo periodístico, es claro, sin adornos aunque sí con varias imágenes que aportan a tu texto con un valor que sobrepasa la llana descripción de lo que viste, la Semana Santa de los "aburridos" de descansar y "aburridos" de tener que regresar a la vida "normal" frente a los que siguen agobiados bajo esa "normalidad" y "no pueden" ni "deberían" quejarse y que aportan al país más de que no se les reconoce. Para fijarte en estas cosas, cosas en las que tooodos debieran fijarnos, se necesita una gran sensibilidad que hoy por hoy el entorno nos embota. Tenés aquí un cuento, una narración, explotala y hacé que este personaje se mueva en la ficción. Pero como reflexión, incluso como un artículo periodístico, una columna, me parece muy bien logrado, así que, claro está, en ese campo también tenés un gran potencial (y es que me di una vuelta por Plaza Pública y también te encontré por allí, así que, seguí adelante).