Por José Andrés Ochoa
-Publicación especial-
-Publicación especial-
El calor aprisiona.
Mientras trato de minimizar mis
gestos, sentándome frente al ventilador y jadeando recostado en el sillón,
maldigo el intenso calor. Es así como en el invierno. Mientras en aquellas
fechas de fin de año incomoda el tener que desempolvar chumpas, ahora me siento
igual con el hecho de no saber si tener puesta una camiseta o no. El calor
agobia.
En el este de Alta Verapaz es
así. Las temperaturas se elevan, dando paso a que el polvo de las carreteras de
terracería se adhieran al cuerpo con el excesivo sudor. Las vías –esas que ya
tienen 10 asfaltos, según las promesas de mandatarios- muestran un auténtico
calvario de Semana Santa. El vía crucis es ahora otro.
Quienes trabajan en el campo no
conocen qué es un descanso por decreto de jueves y viernes santo. La verdadera
pasión de Cristo se refleja en tener que caminar al costado de la carretera,
mientras se lleva el machete al hombro –su cruz; al mismo tiempo que el polvo y
sol aprisionan el cuerpo. Y sin embargo, en contraste a quienes insultaban a
Jesús como un mentiroso, ahora quienes observan el hecho se expresan de otra
forma. Es el silencio, la indiferencia, de ver cómo unos tienen que sufrir
mientras mi preocupación es ver cómo me sirvo agua sin tener que caminar.
Las merecidas vacaciones a
nuestras extensas y agobiantes jornadas educativas, en las que cargar un par de
libros en la nueva mochila y aguantar el tráfico en el carro con aire
acondicionado, seguro es excusa válida para que la Semana Santa sea eso: unas
vacaciones justas y necesarias.
Ahora el Cristo es otro. Quien
debe sufrir la pasión del siglo veintiuno es aquel que es atacado por la
indiferencia. Y cuando intenta exigir igualdad e condiciones, al campesino se
le ataca como un “terrorista” o “terco y necio”. Para que merezca mi
resurrección y recuperar fuerzas para el trabajo y estudio, es otro el que debe
morir en los campos arando la tierra para que en mi casa no falten los
vegetales.
Mientras las quejas del inminente
lunes se hacen notar por los cansadísimos veraneantes del Puerto, el campesino
de Alta Verapaz, y de todo el país, ve cómo el lunes no es más que otro día en
el que se repite la rutina. Más extenuante, más extensa y menos gratificante.
Claro, más calurosa.
Pienso en que me tengo que
levantar temprano para desayunar. Antes de, pienso que si aquel campesino que
vi empolvado y asoleado en Alta Verapaz, tendrá qué desayunar.
1 comentario:
Es una excelente reflexión de lo que es la "semana mayor" para muchos en realidad. Escribís muy bien en un estilo periodístico, es claro, sin adornos aunque sí con varias imágenes que aportan a tu texto con un valor que sobrepasa la llana descripción de lo que viste, la Semana Santa de los "aburridos" de descansar y "aburridos" de tener que regresar a la vida "normal" frente a los que siguen agobiados bajo esa "normalidad" y "no pueden" ni "deberían" quejarse y que aportan al país más de que no se les reconoce. Para fijarte en estas cosas, cosas en las que tooodos debieran fijarnos, se necesita una gran sensibilidad que hoy por hoy el entorno nos embota. Tenés aquí un cuento, una narración, explotala y hacé que este personaje se mueva en la ficción. Pero como reflexión, incluso como un artículo periodístico, una columna, me parece muy bien logrado, así que, claro está, en ese campo también tenés un gran potencial (y es que me di una vuelta por Plaza Pública y también te encontré por allí, así que, seguí adelante).
Publicar un comentario