15 abril 2012

Jueves Santo


Por Francisco Juárez
Las doce del medio día inician mi recorrido por las calles de la zona 1 donde la gente se aglomera buscando un buen lugar para poder ver tu paso. Poco a poco el sol va calando en mi frente aun desnuda sin el tradicional capirote. Aun hay familias que preparan las alfombras, niños que corren por las calles disfrutando el desfile de los vendedores, los perros callejeros, las sonrisas de los padres y los abuelos.
Las doce y media me encuentran frente a la Iglesia La Recolección, ya las multitudes recorren las calles pues Cristo Rey se acerca. Camino rumbo hacia el parque San Sebastián buscando las filas de cucuruchos, aun es temprano.
Hace ya cuatro años que te espero Señor mío frente a la Recolección, hoy caminaré junto a ti, hoy mis pasos acompañarán los tuyos hacia el calvario.
La una de la tarde me regala una sonrisa a través de una pareja de ancianos que me refugian cerca de sí, me prestan un banco para descansar, para acompañarlos en su espera y escuchar sus historias de antaño. Siento el olor del incienso, del corozo. Las filas caminantes, las extensas filas de hombres vestidos de morado y blanco eucarístico se acercan, en el horizonte veo el resplandor de tu cruz balanceándose lentamente.
Allí viene gritan algunos, mientras la una y media hace su arribo. Me coloco mis guantes, aguardo tu llegada Señor.
Las dos menos cuarto. El anda, las matracas, las marchas, estás frente a mí. Señor, ahora guardaré tus pasos, tu boca entreabierta, sedienta, tu frente bajo este sol ardiente. Me coloco el capirote.
Caminar junto a ti, hasta las ocho de la noche Señor, bajo el arco de Correos. Allí, espera mi familia, allí descanso en el regazo magro de mi madre.
Señor, a partir de las ocho tu caminas junto a mí, ahora tu guardas mi camino, ahora tu me acompañas cuando camino por las calles de Guatemala.  

1 comentario:

Carmen Ovalle dijo...

me parece interesante ver el punto de vista de personas como tú que participan en las procesiones cargando, pues lo viven mejor que aquellas que sólo esperamos en las orillas de las calles para verlas pasar.