Por María Fernanda Sandoval
Las primeras veces no son fáciles, en especial en un mundo
distinto al tuyo. En medio de mucho
ruido había tomado una decisión y ese primer día comprendió que era para toda
la vida. Con su camiseta de dibujos animados, su pantalón desteñido, sus tenis
siempre negros y su infaltable gorra, entró al salón. Las señoritas de tacones
y los muchachos de zapatos bien lustrados con camisas manga larga lo hicieron
sentirse fuera de lugar. Sus opiniones eran maduras, parecían saber muy bien
qué hacían allí, las palabras que utilizaban eran rebuscadas y sus voces parecían
muy seguras. Se preguntó qué hacía allí, en medio de esas personas tan
distintas. ¿Acaso había elegido mal?
…
Era el final del semestre y como siempre el licenciado dio
los buenos días diez minutos después de
haber entrado al salón. Con su voz paciente y sus ademanes lentos, habló
de las malas noticias que se amontonaban en los periódicos, de lo mal que
estaba el país respecto a la justicia, la igualdad y la equidad y de lo poco
esperanzador que se veía el futuro.
Cerró la clase con una pregunta lanzada al aire. Y allí fue donde el
futuro abogado lo supo, con su camisa de dibujos animados, sus pantalones
desteñidos y sus tenis siempre negros, en medio de tantos estudiantes bien
vestidos que asentían a las palabras del catedrático; después de todo no había
elegido mal, su país lo necesitaba y él, como el súper héroe de su camisa, había encontrado su forma de cambiar el
mundo.
2 comentarios:
Me gustó el contraste del personaje con los otros estudiantes. Confieso que he pasado frente a los estudiantes de derecho y todos se ven un poco demasiado "perfectos". Pero eso es lo interesante: que la gente rara vez es lo que parece y lo importante no es parecer un buen abogado, sino SERLO. Especialmente en un país como el nuestro que realmente necesita gente que haga la diferencia. Realmente me gustó, es corto pero proyecta esos prejuicios que seguido tenemos todos.
o en tu caso: abogada.
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