24 junio 2012

El despertar del rio


Por Laura Rivas

El grito - Edvard Munch
No me gustaba salir a caminar, le tenía miedo a todo; a los temblores, a la lluvia, al calor, al aire incluso, y aun así mis dos mejores amigos me convencieron de ir a un paseo que simulaba ser muy tranquilo.
Rodeamos el parque de los árboles y nos adentramos al puente de la misericordia.  La tarde empezaba a caer y el cielo tenía un todo rojizo con destellos amarillos, el reflejo en el cielo del agua azulada y cristalina; era una vista increíble.
De repente, sentí que el suelo se sacudía y que el calor me estaba ahogando por dentro, no sabia que hacer ni a donde ir. Mis amigos estaban detrás de mí sin hacer nada y yo me quedé parado como un árbol mal plantado.  Estaba en medio de un terremoto y el agua del lago se empezaba a desbordar; todas las pesadillas de mi vida se estaban haciendo realidad en una tarde que decidí salir a caminar por necedad de mis amigos.
El calor era tan intenso, que mi piel se estaba secando y arrugando tanto como una pasa.  Me toque la cara y poco a poco se derretía. Me pude dar cuenta que era el fin del mundo cuando vi que todo a mi alrededor no era más que una masa de colores albrotados.

1 comentario:

JuLio Urízar dijo...

Tienes el cuadro y las ideas para describir una pesadilla. BUsca que la pesadilla cause horror y en lugar de utilizar adjetivos como "increíble" o "tranquilo" ve por otras formas de decirlo que no expliquen, sino muestren.
Lo de la necedad de tus amigos ya quedó claro arriba.
Por cierto, lo de la cara derritiéndose... eso sí que es perturbador. El último parrafo, a escepción del "allbrotados" me toca, me lo quedo. Lo demás no.