16 julio 2012

Por María Fernanda Sandoval

Un día los perritos y los gatitos del pueblo decidieron probar su inteligencia. Así que idearon una manera de medirla. 

¡Inventemos un juego que nos muestre quién es el más inteligente! -Dijo el gatito Angora. 
¡Perros contra gatos! -Grito un Chihuahua. Y todos estuvieron de acuerdo. 

El juego era simple: Los perros esconderían detrás la colina del pueblo algo que el equipo de los gatos debía adivinar. Cada día de la semana los gatos tendrían una oportunidad de decir qué era aquello escondido. Si al llegar el domingo en la tarde no acertaban, los perros ganaban, es decir los gatos morían en el juego. Si con las pistas que los perros debían darles los gatos sí descubrían lo que era, los cachorritos morían, es decir perdían. 

El lunes los perros dieron la primera pista: "Es algo que sirve para guardar." Los gatitos después de dialogar entre ellos dijieron: "Ah, muy fácil. Su objeto escondido es una caja." Pero no, los minínos habían cometido su primera equivocación. 

El día Martes el Pastorcito Alemán les dio otra pista: "Necesita baterías" Esta vez fue el gato Persa el que se equivocó diciendo que el objeto misterioso era un juguete. Así pasaron los días, y no importaban las pistas que los perros daban los gatos no podían adivinar qué era el objeto misterioso. 

Mish, el más pequeño de los gatitos que era muy curioso. No soportaba no saber qué era el objeto y veía como los días pasaban sin que sus amigos lograran adivinar. La situación lo empezaba a desesperar, nadie lograba acertar. 

El día sábado decidió perder la curiosidad. Se puso las botas y se dirigió él solito al campo, subió la colina y al bajarla, ¡sorpresa! ¡El objeto misterioso era una cámara de video! En donde el pobre Mish quedó grabado haciendo trampa. 

Los perros, que sabían que Mish no iba a soportar no saber que era el objeto, habían ideado un plan para ganar el juego. Al día siguiente, cuando notaron como el gatito había caído en su trampa no podían parar de reír. 

Los míninos, en cambio estaban muy enojados con Mish, por su culpa los cachorros se creían más inteligentes. ¡Él los había hecho morir a todos!  Dicen las abuelitas, que desde ese entonces las personas usan la frase "la curiosidad mató al gato." Por aquél gato travieso que no siguió las reglas del juego.

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