16 julio 2012

Flutur


Por Carmen Ovalle


Hace mucho tiempo en un lugar lejano, vivía una princesa que el rey y la reina no dejaban que saliera del castillo. No la dejaban ir a las cenas reales ni que los príncipes la visitaran. Pobre princesa Flutur qué mala su suerte, de haber nacido fea.

Todas las noches ella lloraba en su habitación, pues quería recorrer el mundo conocer los bellos lugares, las flores olorosas, pasear por los jardines del castillo y ver el cielo por las noches. Una noche, dormía en su habitación cuando una luz blanca y el sonido de una canción la despertó:

-          (música) Vengo aquí a bailar, vengo a todos alegrar, y la princesa jamás volverá a llorar.

Abrió sus ojos, y vio sobre la mesa de noche un ser tan pequeño como una abeja que brillaba más que la luz del sol. Llevaba un vestido largo  y lleno de encajes de color amarillo. Su pelo estaba cubierto de polvo de estrellas y consigo llevaba una bolsa de la que caía miel. ¿Quién era ese ser tan extraño y brillante? Era el hada Biene, una abeja que visita a todas las princesas para cumplirles todos los sueños que desean con tan sólo comer un poco de miel.

                Cantando le dijo:

-          Si quieres hermosa ser, un poco de la miel debes comer.

Pero, Flutur quería ser la más hermosa. Poder volar como el hada y llevar los vestidos más coloridos. Comió con ese pensamiento toda la miel que pudo hasta quedarse completamente dormida. A la mañana siguiente sintió calor y al despertar se vio rodeada por las hormigas, caracoles, orugas y muchas abejas. De pronto sintió que estaba durmiendo sobre la cama más cómoda que había tenido. ¿Dónde estaba? Al verla era la hoja de un árbol.

Se vio a sí misma y comenzó de nuevo a llorar al ver que se había convertido en una oruga. Todos los insectos del jardín la consolaron para que no llorara. No sabían qué le pasaba ni de dónde venía esa nueva amiga. Una oruga muy sabia le dijo que dejara de llorar porque en poco tiempo todos estarían envidiándola por ser tan bella.

Pasaron varios días y la nueva oruga permaneció aislada. Pasó la lluvia, días de sol y ella seguía sin querer hablar a ninguno de sus nuevos amigos. De pronto una mañana soleada, sintió que podía estirarse cuando de pronto salieron dos alas. ¡Qué hermosas alas! ¿Qué colores tenían esas alas? Eran verdes, rosadas, amarillas, celestes, lilas. Tenían todos los colores que la princesa había imaginado para sus vestidos. Y Flutur comenzó a volar. Todos los insectos del jardín estaba felices de verla partir a viajar por todo el mundo siendo tan bella y con las alas más hermosas que habían visto.

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