30 agosto 2011

Dineros

Por José Andrés Ochoa

Al ritmo del “tic-tac” de la canción de “Time”, don Pedro marcha con consistente paso en la avenida Bolívar. A pesar de sus 44 años, la lluvia parece no calar en su salud. Los torrenciales aguaceros crean una fina cortina en el horizonte de la ciudad. El sol, tímido, se refugió detrás de las nubes. Nubes negras que opacan, aún más, el gris de la transitada vía capitalina. Algún solitario vehículo se desplaza. Con la indiferencia propia del ciudadano, el piloto no contempló su velocidad al pasar al lado de don Pedro, quien recibía sin protección alguna los grandes salpicones del agua empozada.

“Ticking away the moments that make up the dull day”

Un, dos, tres, cuatro. Pedro, con su semblante de serenidad, contrastaba notoriamente con la malvada lluvia que entristecía la, alguna vez, tacita de plata. El hombre vestía sus botas –recién lustradas. Su pantalón, bluyín –de un almacén del Amate Mall. Su camisa cuadrículada, importada –brought you by: Megapaca. Su gorra color naranja – ¡vamos por el cambio!

Don Pedro continuaba con su caminata. La lluvia no cesa y la tristeza, menos. Las ferreterías,ventas de muebles y boutiques de novia cerrados. Un Transmetro color transmetro brinda un poco de picardía al indiferente paisaje de la ciudad. / ¡Ay, qué aburrida la Bolívar! ¿Cuándo se volvió tan gris? El Guatemala Musical, cerrado. Ahí me echaba yo mis piezas. Luego me echaba unas patojas. Ahora no. No hay plata, menos energía y físico. Ahora toca trabajar. Más y más para poder llevar un pan a casa. Pan que no alcanza para mis hijos. Hijos de su madre, que por error es mi esposa. ¡Tan bruto de no aguantarme esa noche! Pero ya, qué importa. Tengo que trabajar. No hay de otra. Al fin en el Trébol. Ya aquí agarro una camioneta. Camionetas desgraciadas. Bueno no, ellas  no; los pilotos hijuesumadres sí. No lo ven a uno ya avejentado y ni paran para que uno se suba. -¡Buenas!... Ya ni responden los descarados. Al menos la lluvia ya bajó un poco. Al fin en el obelisco. ¡De veras! La gorra. La pongo en el piso un rato. Así nadie la ve. ¡Pasame una bandera! ¿Sigue el trato, no? ¿50 billetíos por la tarde? Va, va. No, no te reclamo más (Sí, sí quiero más pero no lo dan, perros). Lo que hace uno por…

“Money! To get away…”

Don Pedro llegó al obelisco. Lugar de festejos y quema de patrullas color transmetro. Toma con sus manos, acostumbradas a chapear terrenos, la bandera. Comienza a agitarla. El color rojo con un pulgar arriba hace brisa, mientras en su cabeza resona el bajo de Roger Waters. Pedro intenta animar la tarde, el paso de los vehículos, mientras el sol corta sobre las nubes. Otro día transcurre. Vehículos que vienen de las utópicas avenida Reforma y las Américas. Don Pedro agita la bandera, animando a los apáticos conductores a marcar una X en el rostro de “el mejor para el país”. 50 billetíos que servirán, tal vez, para los siguientes dos días…

2 comentarios:

Astrid Avila dijo...

Me parece bastante interesante su relato. Tiene la capacidad de ilustrar una perspectiva diferente de la vida, nos sitúa en un contexto actual y hasta puede hacernos sentir los sentimientos de la persona del relato.

JuLio Urízar dijo...

Va, no voy a dar vueltas: tu texto me dejó impactado. Tocás la realidad de un personaje que a muchos nos es invisible, los hemos visto a montón últimamente en las calles con banderitas y camisas y gorras y todo lo demás, y para nosotros sólo son espantapajaros, posiblemente personas de bajos recursos,no se niega, a las cuales les han pagado algunos "dineros" para que hagan payasadas a mitad del Obelisco, y es coprensible que lo han pues ¡lo necesitan!. !Y vos los tomás y creas un cuento! Te imaginás una historia detrás de uno de ellos y lo llevás al plano literario. Demostrás que hay historias por todos lados, y que sos capaz de fijarte en ellas. Hiciste de lo cotidiano algo sorprendente. Pero dejando el transfondo político y social a un lado, también tiene valor la forma: Los párrafos narrados en tercera persona y en presente con mucha simpleza y fluidés, pero en los que se van colocando pequeñas y originales sorpresas que se agradecen: transmetro color transmetro, bluyín, parodias de eslogans políticos, utópica Reforma. Y luego el párrafo del centro, donde hay un fluir de la consciencia bien logrado, somos introducidos en la mente de este personaje y de una percepción de la Bolvar brincamos a su pasado en que era músico, y sus mujeres, y luego caemos en que la carga de sus hijos, que sus penas económicas, luego los camioneteros desgraciados y lo viejo que se siente, que la lluvia y el dinero de la jornada, etc, etc. Me encantó eso.
¿No has leído a Virginia Woolf? si no es así, te la recomiendo por lo de la técnica del fluir de la conciencia que te ha quedado genial. Y en cuanto a el trasfondo social, noto que tenés mucho parecido con un escritor guatemalteco que se llama Victor Muñoz, en sus cuentos hay mucho humor negro e ironía sobre el citadino guatemalteco y su situación. Leelo, apuesto a que te va a gustar.