07 abril 2011

José Andrés Ochoa - J.R.R. Tolkien

Por José Andrés Ochoa


“Cuando llegó el turno de que le descubrieran los ojos, Frodo miró hacia arriba y se quedó sin aliento. Estaban en un claro. A la izquierda había una loma cubierta con una alfombra de hierba tan verde como la primavera de los Días Antiguos. Encima, como una corona doble, crecían dos círculos de árboles; los del exterior tenían la corteza blanca como la nieve, y aunque habían perdido las hojas se alzaban espléndidos en su armoniosa desnudez; los del interior eran mallorn de gran altura, todavía vestidos de oro pálido. Muy arriba entre las ramas de un árbol que crecía en el centro y era más alto que los otros resplandecía un flet blanco. A los pies de los árboles y en las laderas de la loma había unas florecitas amarillas de forma de estrella. Entre ellas, balanceándose sobre tallos delgados, había otras flores, blancas o de un verde muy pálido; relumbraban como una llovizna entre el rico colorido de la hierba. Arriba el cielo era azul, y el sol de la tarde resplandecía sobre la loma y echaba largas sombras verdes entre los árboles.

-¡Mirad! Hemos llegado a Cerin Amroth –dijo Haldir-. Pues éste es el corazón del antiguo reino, y ésta es la loma de Amroth, donde en días más felices fue edificada la alta casa de Amroth. Aquí se abren las flores de invierno en una hierba siempre fresca: la elanor amarilla, y la pálida niphredil. Aquí nos quedaremos un rato, y a la caída de la tarde llegaremos a la ciudad de los Galadrim.”

Cometiendo un error de novato en la literatura, realicé un acto que puede considerarse atroz. Siendo aún muy joven, me dispuse a ver la película “El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo.” Años después descubrí las obras, y mi asombro no fue menor. Con gran cuidado “devoré” la primera parte de la saga. Mi amor por los textos de John Ronald Reuel Tolkien (a quien ya he citado en alguna publicación anterior) se
acrecentó. 

Y es que como fanático de la capacidad de crear mundos lejanos, únicos y esplendorosos, hallé en Tolkien un argumento para hacerlo. Su soberbia capacidad de dar a conocer a gran detalle sitios que son difíciles de imaginar es admirable. Y, empezando mi incursión en la literatura en este largo camino, pero a la vez satisfactorio, no puedo considerar a El Señor de Los Anillos como mi libro favorito. Pero sí puedo nombrar a su autor como un referente de un estilo único. Perfecto para evocarte a majestuosos acaecimientos. Un reflejo de imaginación pura. Sin límites. Como ven, el fragmento no describe ningún acontecimiento que determine la historia. Es nada más un fragmento de la caminata de la Comunidad del Anillo por los bosques élficos. 

Ver la película previo a leer los libros, me encasilló a ya tener una imagen de cómo son los personas y los lugares donde se sitúa la historia. Pero no puedo rechazar ésa extraordinaria obra cinematográfica. Se apega a la historia, y otorgó el respeto que merecía la Tierra Media. Pero a leer los libros, tu sorpresa no culmina. Descubres nuevos personajes, pintorescos paisajes y eventos que dan sabor a la historia. No quiero que se
me considere como un lector que busca libros populares para ampliar su conocimiento.

Pero es inevitable pensar que el aporte del “Anillo” sirvió como elemento para muchos escritores. Cuéntenme como uno de ellos.

1 comentario:

Pablo dijo...

José Andrés, lástima, como dices, que viste la película previo a conocer los libros. Es algo que tiende a pasar. Pero, yo te exhorto a que profundices en los mismos lo más que puedas y protonto te darás cuenta que se te irán olvidando ciertas cosas de la película. Te pregunto, ¿Qué piensas escribir? ¿Sigues la línea de Tolkien? Yo te aconsejo empeñarte en lo que soñas y que practiqués vehementemente el estilo que dicho maestro te ha enseñado, para que puedas proliferar en textos y escritos literarios.