27 abril 2011

El penitente

El aire se siente pesado, las ráfagas de arenilla intentan entrar en cada parpadeo de las
miradas q se me escapan, el incienso cubre y abraza a cada individuo a su alrededor, mis
pies se sientes adormecidos mi cuerpo se siente y pesa más de lo que mis pies pueden
soportar.

Dentro del pasar del recorrido divaga mi mente dentro de mi subconsciente equilibrando
las acciones pasadas inclusive recientes, al transcurrir las cuadras los individuos cambian,
van vienen y vuelven a venir, las calles se vuelven cuadras, las cuadras se vuelven
kilómetros, el vaivén de los incensarios hipnotiza a visitantes la vestimenta se une a cada
uno de los individuos.

Todos y cada uno de los integrantes camina en forma que se mueve el péndulo del reloj,
en una no muy lejana distancia el oído de cada uno se ve encantado en cuanto a una serie
de melodías que capturan a cada uno de los presentes, el asfalto se ve reemplazado por
una serie de alfombras temporales, la madera es rustica al estar en contacto con la mano,
el sentimiento a la familia se compara a una hermandad.

Al divisar a cierta distancia se asemeja el destello de fe, el sentimiento y la tradición de
hacendar la cabeza, se vuelven signos de genuflexión a favor de un esperanza que se
vuelve y torna de una manera en que solo en esta época especial se puede ver, días
en los cuales el amor, sufrimiento, paz, tranquilidad y tradición no solo son visibles son
percibidles inclusive a los que buscan rasgos y evidencia de fe.

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