18 febrero 2011

La Caverna

*Por José Andrés Ochoa

Caí. Me dolió. No me lastimé (creo). Escribo frases tan breves porque era así como pensaba en ese momento. Intenté recordar cómo había llegado a un lugar tan oscuro y en el que mi respiración se escuchaba con gran ferocidad. “Espero sólo sea el eco”, pensé. Luego de varios suspiros empecé a trazar la cronología de mi día. “Sí, me levanté. Sí, decidí entrar a la estructura. Sí, me caí.”

Y es que me encontraba en aquel caluroso departamento de Petén. Al norte de Guatemala, donde el sol calienta a través de los espesos bosques. Siempre me gustó conocer mi país, y más un lugar donde se distingue por tener tanto valor histórica. Además que la belleza natural es algo que aún se mantiene en un mundo tan deteriorado por la contaminación.

Pero hoy, me caí. Repito tal palabra porque me sentí en cierto punto, traicionado. ¿Cómo aquel bello lugar trató de hacerme desaparecer? ¿Seré tan bizarro en la sociedad que fue aquí que la madre naturaleza decidió aislarme? Tanto se vino a mi mente, que pasé sentado varios minutos. Ese momento me ayudó para completar mi línea de tiempo.

Era sábado. El pequeño grupo de turistas, conformado más por extranjeros que por paisanos, tenía planeada la visita a un sitio arqueológico. (Sacudí la tierra de mi cuerpo). Temprano partimos. Hora y media de camino, no dormí nada. Ansiaba la “expedición” como un niño. (Tanteé mis extremidades en busca de alguna lesión). Llegamos a aquel inhóspito sitio, y yo empecé a corretear como can en un jardín. (Me puse de pie lentamente). Entré a una pequeña habitación. Hedionda a humedad, algo que no me impidió investigar haciendo uso de mi linterna. (“¡Mi linterna, mi linterna! ... ¡Sirve!”). Daba pequeños pasos mientras observaba unas extrañas manchas en el techo. Mi distracción me impidió ver el agujero en el piso.

Dirigí mi mirada hacia arriba y vi una pequeña entrada de luz. Prendí mi linterna, con la cual tracé un círculo girando sobre mi eje. Luego de intuir ingenuamente una traición, descubrí que me encontraba en algo que podría llamarse bendición. Y es que para mí, alguien de gran afición a la vieja cultura maya, fue de grata fortuna toparme con algo tan impactante y maravilloso.

Pensé que estaba en una caverna, pero más parecía un pasillo. Las paredes se colocaban paralelamente una de la otra. No de gran altura, pero sí de gran macicez. La linterna no me
permitía distinguir con mayor claridad. Sí pude ver un brillante y puro color verde. Me acerqué a tocar, y caminé cruzando mis piernas para desplazarme de lado, mientras mis dedos y ojos se perdían con admiración en el muro.

No conté mis pasos, pero varios después se terminó la preciosa muralla de lo que parecía ser jade. Llegué a otro pasillo, esta vez más pequeño y no tan bonito. Tuve que encorvarme por un pequeño trecho, que condujo a unas escalones. Esta vez, mi linterna comenzaba a opacarse por un destello que tentaba con cegarme. Un rayo de luz caía en picada y se reflejaba a, de nuevo, una escalera hecha de jade. Más por instinto que por voluntad, subí los escalones con gran expectación.

Expectativa que no podía ser mayor. Al terminar el trayecto llegué a lo que parecía un templo. Podría escribir párrafos sobre lo que significaba para mí ver semejante edificación. Seré egoísta en las palabras diciendo que era majestuoso, maravilloso y hermoso. Un rayo de luz caía desde la parte más alta. Se interceptaba con el fin de las escaleras que conectaba con un camino de piedra. Bien tallado. Guiaba a un altar al centro.

Ahí, se encontraba un libro. Cerrado. Me acerqué, lo tomé. Antes de abrirlo hice una minuciosa inspección. Se encontraba íntegro. Parecía nuevo. Lo abrí con la mayor precaución posible. Para mi sorpresa, tenía un pequeño texto en español. En su primera página se leía: Procede con las páginas del libro, que es tuyo.”

Volteé la hoja. El resto se encontraba vacío. No comprendía. Un libro, en blanco, pero que era mío. Volví mis pasos hacia la entrada, donde ya me esperaba el grupo. Afligidos me buscaban. Les grité para calmarlos que allí me encontraba, más no estaba feliz. Estaba sorprendido.

En la hora y media de camino de regreso, reflexioné. Recordé aquel bello pasaje que me llevó a un cuaderno de hermosa fachada. Lo entendí. Me topé con un tesoro en aquella “caverna”. Subestimado por muchos, más no por aquellas personas que lo dejaron allí. En un libro dejas tu legado, historia y enseñanzas. Tal tesoro no podía estar más que en tal bello templo. El valor de leer y escribir, fue dejado a este aficionado explorador. Quién diría que, con esta vaga experiencia, escribí en las primeras dos páginas en aquel libro que encontré en “la caverna”. Y apenas comienza.


*José Andrés, desde la carrera de Ciencias de la Comunicación, nos sorprende con un texto de las selvas Peteneras y las cavenas que ahí encontramos!

4 comentarios:

Pablo dijo...

José Andrés, Me ha fascinado la visión maya del cuento. Ha sido una muy buena temática. ¿Acaso escribes todo conforme al mundo Maya? Sería interesante. Eso de las frases cortas también me ha gustado, pero te reto a que intentes amplias descripciones, más si hablas de templos. Hombre! Que sigas escribiendo!!

JuLio Urízar dijo...

Entre tanta caverna debía surgir alguna que estuviera relacionada con lo maya. !Qué envidia que encontraras tu libro en blanco en un lugar así! Creo que tienes razón a todos los que nos gusta escribir, cuando empezamos, es como si tuviesemos en nuestras manos un libro enorme en blanco que nos pide a gritos que lo llenemos (aunque a veces no sepamos con qué). Supongo que no queda más que decir: ¡bienvenido! Hay mucho trabajo por hacer.
¿puedo darte un consejo?: Evita describir con palabras como "asombroso" o "hermoso", no es que esté mal, pero el lenguaje te ofrece más opciones (tampoco digo que uses términos "elevados" si eso no es lo tuyo) simplemente atrévete a jugar un poco más con las palabras, ¡incluso hay cosas que pueden expresarse sin decirlas!. Hay que hacer algo de magia con esto, es un aprendizaje contínuo.

sara dijo...

Me gusta la idea, un libro en blanco en una caverna. Los libros en blanco hacen que la piel se me ponga chinita.
Me gustaría saber más de tu caverna, me pregunté dentro del relato cómo la imaginabas más detalladamente. Pero la verdad no sé por qué, sólo me lo pregunto.

JA Ochoita dijo...

Hola. Gracias por sus comentarios. Sí, creo que lo he resumido un poco en las descripciones por evitar que el cuento fuera tan largo. Y por tantas tareas ya no me di el tiempo de revisar adjetivos repetidos y eso. Es mi primer cuento, para ser honestos.
Creo que Guatemala tiene tanto jugo para sacarle. Se me ocurrió la verdad. Gracias, de veras, que me servirá para la próxima. Saludos!