21 junio 2011

Reflexiones de una Inerte Piedra

Por Sara Fernández


Alguna vez una roca sin vida aparente se preguntó su utilidad, su trayectoria había sido larga, había pasado por la tierra y por los ríos, había pasado momentos de desesperación al no poder moverse por sí misma, pero había aprendido a ceder para reflexionar, porque cuando su vida no respondía a sus ambiciones, la temperancia era lo último que le quedaba, permaneciendo estática siempre, algún día de su eterno calendario la roca reflexionó acerca de lo humana que era por la simple peculiaridad de pensar y se dijo a sí misma:
Las líneas que trazan una vida suelen ser paralelas, inalcanzables las unas de las otras, completamente ajenas e inimaginables. Los temores de los cuerpos humanos son sin dudad fantásticos, rebosantes de estupor y magnificencia, austeros, lívidos y fantasiosos. Cuando algo causa terror, la imaginación vuela hacia horizontes completamente desconocidos y justo en la zona de penumbra, en la que todos los seres se bañan en recuerdos y se apoyan en las endebles columnas de la nada, los terrores se consumen poco a poco y se convierten en libertad. Es extraña la libertad, siempre se presenta bastante flexible,  Cuando los individuos  se humanizan  es tan extensa como la eternidad,  conforme  sigue transcurriendo el tiempo, los individuos, aquellos  seres perniciosos que caminan sobre la tierra se humanizan cada vez más y, dicha humanidad, reduce la libertad a una entidad austera y corta y justo  cuando parece que la libertad llega a ser un estrecho punto se extiende y ¡Explota! Cae como un trueno sobre el cielo abriendo una brecha gigantesca entre lo humano y la expansión del burdo y animalesco universo.
¿Qué es correcto? ¿Debemos ser Humanos o no? Maldigo al que creo los signos de interrogación, porque frenan la aseveración de lo posible, no dentro de este  tedio de jaulas y cenizas sobre el que ahora aquí moramos sino en aquel etéreo sitio en donde el llanto funge como lluvia que hace renacer los campos y en donde los gritos son melodías perdidas en el horizonte.
El día de pardas ilusiones  poco a poco quiebra los caminos endebles y poco a poco acorta los bloques  concentrados de materia que somos los individuos. Que las sombras vivan con la luz y los corazones empapados de sangre exploten de euforia por el paroxismo mismo de vivir, porque sin luz no existe la oscuridad y sin muerte no existiría el renacer. Los que soñamos somos como la brisa que cae en los bosques, pero aquellos que viven son como los violentos  torrentes de lluvia.
Algunos hombres tal vez digan que las rocas no pensamos, pero el mundo y su movimiento es una parte del pensamiento de algo más grande que lo humano. Las líneas que trazan una vida suelen ser paralelas, inalcanzables las unas de las otras, completamente ajenas e inimaginables, pero, tal vez algún día se atrevan a encontrarse.

1 comentario:

JuLio Urízar dijo...

Que texto tan complicado, no sè si serà filosófico, probablemente sí. Me pongo a a divinar: creo que lo escribiste automáticamente. Es un ejercicio divertido para escribir, uno no sabe qué cosas pueden surgir y a veces pueden nacer frases interesantes como esta, que me encanta:
"Los que soñamos somos como la brisa que cae en los bosques, pero aquellos que viven son como los violentos torrentes de lluvia". Ahora, si el cuento no es automático, tengo que decir que es muy complicado y tendré que leerlo varias veces. Me agrada la imagen de la vida de una piedra, es como los granos de arena del Sahara, que tardan miles de años en desprenderse de las rocas en el sur de Africa, llegan al mar y pasan miles de años màs para que sean llevados hasta el norte, donde otros miles de años, duna tran duna, conforman el desierto. El hombre no puede darse ese lujo de ser tan paciente y creo que deberiamos intentarlo, la vida de hoy nos pone en demasiadas prisas. Los que corren (llueven) son violentos torrentes. Los que sueñan son solo una brisa... tu texto está para largas interpretaciones