16 octubre 2010

Acurrucados



Por Álvaro Montenegro*

Lo que pasa es que no creí llegar a esto. Las caricias al despertar pasaron a ser un triste recuerdo. Dolores de espalda. Artritis. Canas. Los hijos que se han marchado. La piel se arruga irremediablemente. Dolores de pelvis. Menopausia con viagra. La casa amplia con vasto jardín para dos. Arte colgando de las paredes que no nos dice mayor cosa, la madera de los marcos de los cuadros se está apolillando. Varias pasadas de trapeador le dejaron al piso de chichipate un olor como a vidrio. La televisión sostiene un colchón de polvo gris, como esta tarde, gris como esta mañana, gris como esta noche que tiembla por el viento que somata las ventanas. Nos acurrucamos. Y no siento frío, ni siento calor. Estoy emocionalmente inerte. Como la lámpara que chorreaba luz antes de acostarnos. Quietud. Tal vez demasiada quietud. Mañana un desayuno desabrido y la rutinaria pasividad del día. Ayer, a esta hora, desordenaba las almohadas del hotel sin miedo a la hora, sin ánimo de comparar, pero qué noche tan agitada. Quizá nunca más tenga otra como esa, porque aquélla se consiguió otro, más tierno que yo. ¡Ya sé que voy a hacer! ¡Me voy a comprar un Porsche!

*Álvaro Montenegro cursa el octavo semestre de la Licenciatura en CIencias Jurídicas y Sociales de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la URL. Con este primer cuento le damos la bienvenida al club.

3 comentarios:

Keikleen dijo...

Muy bueno, me encantó el final... ese "me voy a comprar un Pporsche!" que lo soluciona todo, jejeje

Pablo dijo...

Para ser un cuento corto es bastante profundo. Me gusta mucho la imagen que propones con el gris, es muy bonito. El final es completamente inesperado,eso le da su gracia.

JuLio Urízar dijo...

Vaya. A la soledad también le salen arrugas. Y es una soeldad aún mayor porque es un viejo, por lo que veo, acomodado pero que se llena la vida con cosas que tan sólo le avivan el fuego mientras la leña todavía no es carbón. Es casi un muerto dentro de su gran casa, recordando a esa otra que le hizo feliz por un rato. Me encanto lo del trapeador y el olor a vidrio, no tengo idea a qué huele el vidrio pero la imagen pone mas absurdo el asunto. Igual lo de la noche agitada más agitada que esa donde el viento está por romper las ventanas. Sin decir mucho uno se puede imaginar a su manera el pasado de este cuento. Invita a imaginar fuera de sus límites. Un Porsche... mejor que se vaya de viaje.