03 noviembre 2010

Una madrugada... El estaba allí!

Por  Juan Fernando Rogel Solares*

Era de madrugada. Como las tres de la mañana. Ella dormía profundamente y de repente despertó.

Estaba sorprendida. No comprendía por qué a las tres de la mañana ella se había despertado.

Bajó las escaleras lentamente. Como si supiera que había alguien allí. Los escalones rechinaban de viejos y eso la espantaba demasiado.

 Llegó a la sala y encendió la luz. Él estaba ahí, esperándola. La miraba fijamente desde el sofá.

Ella se quedó paralizada, pensaba que estaba viendo un espectro y lo único que hizo fue acercarse a decir – Hola.

 Él no dijo nada, solo la miraba, seguramente pensaba en lo bella que se miraba esa noche a pesar de ser la madrugada.

Trato de acercarse a ella, pensaba que al tocarla sentiría un alivio, después de todo llevaba cinco años sin verla pero nada había cambiado.

Ella se hizo para atrás y no lo dejo tocarla, no sabía si dejar que la tocara sería la mejor opción, después de todo llevaba cinco años sin verlo.

¿Qué hacía ahí? ¿Por qué había regresado? ¿A caso no estaba muerto? De repente sintió la necesidad de tocarlo, de saber si era él o si era su imaginación o en el peor de los casos su alma en pena.

Por fin, después de diez minutos de silencio, él le dijo – Aquí estoy. – Me doy cuenta. Le dijo ella. Se miraban fijamente, examinándose el uno al otro como si fueran unos completos desconocidos.

Mientras lo examinaba ella recordaba la última vez que lo había visto. Estaban en la estación de trenes. Él tenía el pelo largo, barba, llevaba puesta la chaqueta que le había regalado para su cumpleaños y dos maletas, una en cada mano.

Pero él había cambiado, eso pensaba. Ahora tenía el pelo corto y ya no tenía barba pero lo único que no había cambiado era la chaqueta que ella le había regalado para su cumpleaños de hacia ya cinco años.

Él pensaba en la última vez que la había visto también, el pelo rizado y castaño como siempre, su piel blanca y suave. Ella lloraba y él la sostenía entre sus brazos... Sí, todavía la amaba y se preguntaba si ella le correspondía.

 Ella también había cambiado. Su pelo rizado y castaño claro ahora era liso y castaño oscuro. Su piel marcaba el paso del tiempo pero era igual o más hermosa que antes. - ¿Cómo te ha ido? Preguntó él. – Bien. Es tarde. Respondió ella. – Lo sé. Dijo él.

 Tenía ganas de gritarle cuanto lo amaba pero tenía que ponerlo a prueba. No sabía nada acerca de él desde hacía ya cinco años.

Estaba confundida porque según ella; él estaba muerto. Hoy descubrió que no era así.

Ya eran las 5 de la mañana y pronto ella tendría que ir a trabajar pero no le importaba; él estaba ahí. - ¿Por qué regresaste? Pregunto ella. – Porque quería verte. Dijo él. – Pues ya me has visto. Ahora vete.

Su miedo más grande se había cumplido. Ella ya no lo amaba o al menos eso pensaba. Tomó sus dos maletas y caminó hacia la puerta. – Adiós.

En un instante todos los recuerdos vividos con él le vinieron a la mente. Pensar que ya no lo tendría a su lado y esta vez más de cinco años se le hacía insoportable. Lo amaba. ¿La amaba él también?

 Iba a cerrar la puerta. La vio una vez más para mantenerla en su mente para siempre. – Te amo. Dijo ella. Él no supo que decir. Regreso a la sala y cerró la puerta. – Tengo ganas de un café. Volvió a romper el hielo. – Yo también. No sabía si se refería a que también la amaba o a que también quería un café. Tal vez a ambos.

* Juan Fernando está en el 2do semestre de la carrera de Mercadotecnia, en la Facultad de Ciencia económicas y Empresariales. Con este texto le damos la bienvenida al club y lo invitamos a seguir participando en las profundidades de laCaverna

1 comentario:

Pablo dijo...

Interesante historia, más del hecho de pensar que un ser amado se aparezca de repente en la noche, luego de no verlo en largo tiempo. La historia está interesante, además, por tener un final abierto, el cual da pauta a pensar en muchas consecuencias.