06 mayo 2011

Hombre de la caverna

Por José Andrés Ochoa

“Cuando contemple con corazón cada característica colocada…” El cavernícola detuvo su potente voz para dar paso a al silencio. Mantenía su pincel en alto con la mano derecha. La izquierda le servía para rascar su larga cabellera con la intención de hurgar en sus ideas. Se mantenía de pie. Encontrábase trabajando en el muro B, al cual llamaba donde plasmaba  textos con palabras que iniciasen con la misma letra. La pared, de gran extensión, faltaba poco para que se completara. A su diestra, podría encontrarse muchos textos los cuales llamaba “hallazgos”, los cuales rescató de una biblioteca abandonada.

A sus espaldas, el cavernícola había aprovechado un vasto muro para ingeniar un dibujo de su autor favorito. Al lado de la irregular figura, se encontraba un autorretrato. Debajo de ello, un largo cuento nacía de los pies de ambos. Tratábase de un diálogo extenso que habían tenido acerca de Edgar Allan Poe, Julio Cortázar y otros autores. En la parte más profunda de su cueva, se hallaba una especie de altar. Una mesa manufacturada sostenía un libro, el cual era cubierto por una delicada seda. Debajo del libro, una tabla bien lijada y tratada estaba colocada. Leíase el texto “Mi favorito”

El cavernícola rara vez salía. Se alimentaba de los donativos que le daba una comunidad cercana, en gratitud por leer cuentos y declamar poemas a los niños y jóvenes. En ocasiones, personas le buscaban con motivo de consejo, lo cual se pagaba con una cerveza bien helada. Los domingos, aprovechaba a colocarse su camiseta cuadriculada y caminaba largas horas en busca de acontecimientos novedosos. Una vez encontrado, tornaba a su hogar donde, con alegría y expectación, se daba a la tarea de crear un cuento.

Era un hombre reservado, pero no tímido al momento de expresar la lírica. Dormía temprano para poder disfrutar el amanecer. Hecho que le contemplaba y le rejuvenecía, según se leía al techo de la cueva. Dicen que, si se le regala un cuadernillo con una buena pluma, te permite conocer la guarida. Pues, heme aquí con los abarrotes en mano con la intención de conseguir una conversación con él.

2 comentarios:

JuLio Urízar dijo...

Me gusta la idea de que el cavernícola, contrario a todo lo que había pensado, sea un hombre perfectamente normal. Bueno, vive un una caverna y está un poco descuidado, es taciturno (que escritor no lo pes?) pero es generoso y comparte su experiencia, y cualquiera puede acercarse a él con un obsequio de tinta y papel. Qué genial.
Tenés un dominio potencial sobre la descripción de una atmósfera. Es un texto agradable y al leerlo no se originan tropiezos. Seguí escribiendo!

JA Ochoita dijo...

¡¡GRAAACIAS!! Me animan tus palabras, y a pesar de mi poco trabajo en la literatura, me encanta. De nuevo, gracias.