20 septiembre 2011

Sin nombre

Por Sara Fernández

Quien necesita comprender  a un alma salvaje que se comprende a sí misma, que como tórrida corriente de lava deja pasar la sangre por sus venas. Solo y en silencio permaneció sin ser visto jamás, con el tropel que separa la noche del día  como sus únicos guías. Si hubiera tenido nombre se hubiera llamado Flegonte y si  su vida hubiera sido contada por los años seguramente  hubiera sido eterna. Sus cabellos oscuros  eran manantiales de sombra y su pálpito austero era salvaje como la locura.
Una noche de soledad, de esas tantas en donde las estrellas son más grandes que el cielo, permaneció cogitativo y decidió cabalgaría sin parar al  horizonte y que su único límite sería  el sol. Cumplió lo prometido el bravo corcel,  y hoy sigue cabalgando persiguiendo una añoranza que se cumplirá hasta el fin del mundo, y en sus ojos siempre existirá el fulgor de su alma integra y virgen, gloriosa y austera…

1 comentario:

Heily Marissa dijo...

Me gusta mucho tu texto. Me identifico con el y con las sensaciones de esperanza, de saber que buscando encontrara algo.