02 septiembre 2011

El danzante quebrantado

Por Domenica Valladares

Los tomates cayeron del cielo, mientras corriendo de la multitud el artista frustrado veía sus sueños desaparecer. Por su puesto, tenía presente que al público podía no gustarle lo que hacía, pero jamás se imaginó que llegarían al extremo de aborrecer lo que hacía, incluso para gastar su dinero y tiempo comprando tomates y arrojárselos como en una película de mala comedia.

Su danza era algo totalmente extravagante, pero nacida en una época inadecuada. Las personas usualmente rechazan lo que no conocen, y tratan de huir del cambio cuando lo que tienen les parece bien. Así que eso pasó cuando él se presentó por primera vez en una noche de talentos libres, en el pequeño teatro del pueblo.

Desde pequeño, había sido un bailarín. Siempre daba vueltas en la casa, tomaba cualquier artefacto y hacía de este, utilería para el escenario de su sala. Al crecer también creció su sueño de convertirse en un bailarín profesional, crear nuevas tendencias, nuevas formas de expresarse con el cuerpo, llegar a aquellos teatros tan famosos, en países lejanos, donde todos aclamarían su nombre.

Su familia ya no estaba, pues la vida se la había arrebatado, siendo el baile lo único que le quedaba. Así que impulsado por este sueño, tomó las fuerzas para inventar una rutina que lo haría lanzarse al estrellato. Era algo innovador, cada paso que hacía era con vida, pero de una forma tan sutil; extravagante y marcado, pero con la ligereza de una pluma. Practicó día y noche hasta lograr lo que deseaba. Y así se inscribió al concurso de talentos.

Antes de él pasaron ventrílocuos, cantantes, músicos, oradores, malabaristas, y un pequeño comediante que logró hacer callar al público, exceptuando a su padre, cuya risa quebró el silencio. Así que después de presentaciones tan comunes y sin vida, el artista pensó que ya todo estaba resuelto.

La música que lo acompañaba era toda una rapsodia, sin sonido vocal. No había necesidad de letras, pues cada movimiento de sus pies, cada expresión en su rostro, daba a entender los sentimientos del artista.

Un, dos, tres, acción. Y su acto, a pesar de tener un buen tiempo, pasó tan rápido para él, ya que hubiera deseado vivir danzado para el público para toda su vida. Un silencio atormentante se clavó en el corazón de tan peculiar bailarín. Fue allí cuando las personas del público empezaron a reír, a gritar y a levantarse para comprar los dichosos tomates que tocarían el mismo suelo que el danzante quebrantado.

Nadie hubiera imaginado que, después de tanto correteo, de tanto bullicio, y mucho después que la gente se cansara de correr, el artista fue visitado en su morada por un productor de los grandes actos, quien casualmente estaba en el público sin buscar nada.

El danzante se fue con él y nadie en el pueblo lo volvió a ver. Muchos dicen que triunfó y su nombre fue alabado por otros países demasiado lejanos. Otros dicen que el productor era un estafador y que le quitó todo el dinero que tenía, dejándolo en delirio, teniendo a un pez en sueños, y a su baile en las calles.

Lo único que se sabe en el pueblo que es cierto, es que el productor se lo llevó, y que aquella imagen del danzante quebrantado quedará en sus memorias.


1 comentario:

JuLio Urízar dijo...

Bien! Hiciste del texto anterior una historia. La voz ya no es tuya, se independiza un narrador en tercera persona. Creás un personaje con todos sus ideales y angustias. Hay un inicio, un nudo y un desenlace, y lo mejor de todo es que es abierto, el lector puede seguir creando la historia a su antojo: fracasó o tuvo exito, no lo sabemos, pero podemos imaginar lo que sea. Felicidades. Seguí escribiendo. Lograste integrar muy bien los tres elementos del ejercicio. El primer párrado logra enganchar la lectura, aunque hay que pulirlo un poco para no repetir palabras, tal vez con sinónimos o ordenar de otro modo las oraciones. El "danzante quebrantado", me gusta esa frase.
Ortografía: ¿es "por supuesto" o "por su puesto"? A mi me parece que es la primera.