10 septiembre 2011

Carta de guerra

Por Sara Fernández

Carta de Guerra 
Junio 1942
Stalingrado
A: La menos sutil de las discordias
 Mi estimada señora, Te saludo de la forma más cordial, esperando que todo salga como debe salir.

Una de estas noches me encontraba en medio del campo  en las silentes lágrimas de la noche, en donde el dulce aroma de la muerte no se daba abasto para cubrir la pestilencia de la pólvora y la sangre putrefacta y observé  a mi alrededor, vi hermanos, esposos e hijos soterrados bajo  el lodo y, más allá de los cuerpos suspendidos en la incertidumbre vi las vidas completas que te llevaste sin piedad.

Eres increíble, siempre tan certera. Me haces estremecer cada vez que te tengo cerca, haces que la vida cobre sentido aún cuando no estoy consciente del sentido mismo de vivir, cuando te tengo cerca sólo pienso en una única e insignificante cosa:  ¡Tengo que sobrevivir! Cada quien vive su guerra con sus pequeñas batallas tratando de  vencer a un enemigo que les acompaña desde el instante mismo en que nacen, sin embargo, aquí las cosas son tan textuales como la palabra Humanidad.

Quiero que termines la tarea de doblegar nuestra voluntad  somos tus correligionarios señora, pero me temo que tal vez mañana nuestra existencia sea tan lúgubre e inexistente como los colores en la oscuridad. Sin embargo no quiero que veas esto como un reclamo, ya que yo te venero día a día. Tú me apasionas, tú le das sentido a mí existir, tú eres  la amante de mayor entereza que ha pasado por mis brazos y aún así quiero dejarte. Tal vez algún día volvamos a encontrarnos mi estimada, tal vez te encuentre personificada en una dulce dama después de que tome este revolver y lo inserte en mi mandíbula dejando que la última bala que me queda corra rauda a través de mis reflexiones y que  quede sólo mi corazón sano para entregártelo a ti, mi único motivo.
 Con el más sutil de los apegos
El General

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